Hay veces en que la respuesta natural a un estímulo es la ira. (...) De lo que se trata es de manejar esa emoción, contenerla para no provocar un mal mayor. La furia puede ser aceptada en esta sociedad; actuar movido por ella es más discutible.
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Hay veces en que la respuesta natural a un estímulo es la ira. (...) De lo que se trata es de manejar esa emoción, contenerla para no provocar un mal mayor. La furia puede ser aceptada en esta sociedad; actuar movido por ella es más discutible.
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El miedo es humano. Sólo los estúpidos son inmunes a él.
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Nunca se mató a nadie por amor, eso es una falacia de los tangos. Sólo se mata por codicia, despecho o envidia, créeme. El amor no tiene nada que ver con eso.
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Quieren la pasta, no matarlo, ni nada de eso. Pero cuando el calvo deja de pegarle el tiempo suficiente, le ve la cara. El muy cabrón está disfrutando. Y es entonces cuando siente pánico; al ver esos ojos inyectados de satisfacción, una mano apoyada sobre el paquete como si fuera a masturbarse. Adivina lo que está pensando como si su frente fuera un cristal transparente y sus intenciones estuvieran escritas al otro lado. Clava la mirada en el bulto que se le ha formado al calvo en la entrepierna e intenta transformar el terror que siente en una mueca irónica. Cuando el otro le asesta dos nuevos puñetazos, sabe que lo ha conseguido y casi agradece el dolor. Es mejor que otras cosas. |
Héctor siguió hablándole sin mirarla, con la vista puesta al frente. —¿Qué te pareció la familia Castells? —preguntó él de sopetón. Ella tardó unos instantes en contestar. —Es curioso... Pensé que sería más duro. Interrogarlos sobre la muerte de un hijo de sólo diecinueve años. —¿Y no lo fue? —Su tono aún era tenso, rápido, pero esta vez se dignó a volverse hacia ella. |
10 negritos