(…) Suspiró, derrotado, porque sabía que ella no era ya su prisionera. Como un tonto enamorado, era él quien se había convertido en su esclavo.
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(…) Suspiró, derrotado, porque sabía que ella no era ya su prisionera. Como un tonto enamorado, era él quien se había convertido en su esclavo.
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(…) Se dijo a sí mismo que aquella muñeca inglesa debía saber cómo se las gasta un caballero español. El problema para Miguel era que en su despiadado corazón se abría una fisura de ternura ante una dama inerme que lo desafiaba con tanta valentía. En su lugar, otra estaría llorando. Suplicando. Kelly, no. ¡Demonios! ¿Qué le pasaba? ¿Por qué seguía deseándola? |
La súbita sonrisa franca la desarmó. El rostro del español, siempre hosco, cambió de modo sorprendente. Kelly fue consciente una vez más, de su tremendo atractivo, y por su frente cruzó una tentación irracional de hundir los dedos en su oscuro cabello. Sus ojos quedaron prendidos en los suyos, lagunas verdes que, a pesar de todo, mantenían una profundidad de fiereza contenida. Presintió que aquel hombre podía acarrearle complicaciones. |
(…) vio en ella la hermosa aparición de otras veces. Tenía el vestido manchado de sangre y el cabello apelmazado y despeinado. En nada se parecía a la refinada señorita de costumbre. Pero era lo más hermoso que había visto jamás, se dijo.
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—Se muestra demasiado impertinente —respondió entre dientes—. Tenga cuidado, o un día de éstos pagará caros sus desplantes. —Si es en su cama, no tendría precio. |
Esclavos. La palabra le provocó un estremecimiento. Malo había sido convertirse en un exilado, pero al menos eran hombres libres, prestos a rehacer su vida, construirse una casa, casarse y tener hijos. ¿Qué les esperaba a partir de entonces? ¿Qué le esperaba a Diego, menos curtido en penalidades? ¿Sobreviviría bajo la mano dura de un capataz y un látigo? Se culpó por ello y se le heló la sangre. |
¿Quién es el autor/la autora de Episodios Nacionales?