(…) Fuera de Chantal todo era secundario, no quería nada que no fuera ella. No la merecía, pero la necesitaba para seguir viviendo, para dejar de ser el despojo en que se había convertido al abandonarla. (…) |
(…) Fuera de Chantal todo era secundario, no quería nada que no fuera ella. No la merecía, pero la necesitaba para seguir viviendo, para dejar de ser el despojo en que se había convertido al abandonarla. (…) |
—¿Cuál es esa pregunta que, según tú, he debido hacer y no he hecho? —Si todo fue un engaño. —Y dime, Chantal, ¿lo fue? ¿Nuestro amor fue un engaño? |
—No me conoces en absoluto. —¡Vaya! Por fin estamos de acuerdo en algo. —La arrimó de nuevo a su cuerpo, conteniendo con sus brazos su forcejeo para apartarse—. No, Chantal, no llegué a conocerte y sin hacerlo. Estúpido de mí, creí haberme enamorado de una muchacha cuyo amor hacia mi persona era inquebrantable, pero me demostraste lo equivocado que estaba. |
—Te puede el rencor —dijo Chantal, dejando caer los hombros, privada de fuerzas para seguir luchando. —En eso no te quito la razón. —Te has vuelto un hombre áspero y resentido. —Soy tu obra. |
Chantal acabó por tomar asiento, mirándolo como a un extraño. Ella había amado a otro hombre, a uno bien distinto: justo, valiente, que arriesgaba su vida por sus ideales, jovial y encantador. El que tenía ante ella era un ser comido por el odio y ni lo conocía ni quería conocerlo.
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Se quedaron mirándose como dos enemigos, conscientes cada uno del retumbar de su corazón, estúpidamente alborotado por la cercanía del otro. Phillip se maldijo por ello, pero una renacida necesidad de abrazarla lo acuciaba. ¡Si sería loco! Después de tanta vileza por parte de Chantal, de tanto tiempo abrasado por la ira que lo consumía, de tantas promesas hechas a sí mismo al calor del ron —lo único que lo había hecho olvidarla durante cortos períodos—, de acabar con ella si volvía a encontrársela, el recuerdo de sus besos aún lo aturdía.
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¿Quién es el autor/la autora de Episodios Nacionales?