[...] Prima, mi tío Horace nos dijo que eras una niñita muy buena y que no causarías ningún problema. No llevas ni medio día con nosotros; tiemblo de pensar en el lío que puedes haber organizado cuando haya pasado una semana.»
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[...] Prima, mi tío Horace nos dijo que eras una niñita muy buena y que no causarías ningún problema. No llevas ni medio día con nosotros; tiemblo de pensar en el lío que puedes haber organizado cuando haya pasado una semana.»
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—¿Sabe —dijo el con seriedad— que es usted la mujer más asombrosa que jamás se tiene la fortuna de conocer? Observará que no específico si es buena o mala fortuna, porque todavía no sé cuál de cuál de las dos se trata.
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[...] Dígame, ya que es usted tan franca, ¿siempre trata de emparejar a la gente, allá donde va? —No —contesto ella—, a menos que esté convencida de que eso es lo mejor para ellos.» |
Pero Sophie no soportaba ver a alguien acosado por la preocupación sin sentir de inmediato la necesidad de descubrir la causa de sus tribulaciones y, a ser posible, rectificarla.
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Sin embargo, como no era de esas personas que abandonan un proyecto una vez que han decidido emprenderlo, ni por un momento se le ocurrió dejar que su joven primo solucionará por sí mismo sus problemas.
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La edad de la inocencia