Que no panda el cúnico ha sido un quiero y no puedo a lo largo de sus casi trescientas desgracias. Una novela que no era difícil de salvar, con un título chistoso que da mucho juego, pero que no podía haber ido a peor haciendo uso de: topicazos, prejuicios y, como no podría ser de otra manera, haciendo uso de un personaje protagonista femenino que decide dejarlo todo por amor. Una vez más se cumple la profecía de que el amor todo lo puede, y seguimos pensando que tiene que ser siempre del género femenino al masculino.
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