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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
03 April 2020
Desde que decidí cómo se llamaría el reto Todos los clásicos grandes y pequeños y el libro que tomaría como base para el título, estuve pensando en qué premisa incluirlo. En el primer nivel me resultó imposible, no cuadraba con nada, pero en el segundo me valía para dos y finalmente voy a usarlo como clásico publicado con seudónimo. Y es que sí, el título del reto proviene de Todas las criaturas grandes y pequeñas, autobiografía encubierta del veterinario y escritor James Herriot, uno de los clásicos más queridos y adorados por los lectores británicos, y aunque no es mi intención traer muchas relecturas al reto (vamos, ni muchas ni pocas, mi intención es hacerlo todo con lecturas pendientes), y este libro es una relectura, tenía que hacer una excepción por lo que significa para el reto y porque lo adoro por encima de todas las cosas.

James Herriot es el seudónimo que James Alfred Wight escogió para contar sus inicios como veterinario en un pequeño pueblo de Yorkshire a finales de los años 30. En 1937 encontrar trabajo como veterinario era muy complicado y aun así, recién salido de la universidad con 23 años, Herriot tuvo la suerte de ser contratado como ayudante de un veterinario rural en Darrowby (Thirsk en la vida real del autor), en los valles de York. No era en absoluto el tipo de trabajo que él prefería (se veía en una clínica haciéndose cargo de animales pequeños), pero no estaba la vida como para desaprovechar oportunidades. Y así es como comenzó su aventura práctica de la mano de su jefe, Siegfried Farnon, un veterinario apenas seis años mayor que él bastante peculiar que tiene enamorada a toda la población femenina de la zona sin ser apenas consciente de ello, que se contradice constantemente y que tiene un quebradero de cabeza constante en la figura de su hermano Tristán, que se muda con ellos poco después de la llegada de James y que también estudia para ser veterinario. Entre los tres viven por y para cuidar de toda la población animal, ya sea doméstica o de granja (todas esas criaturas grandes y pequeñas del título), en muchas millas a la redonda siete días a la semana las 24 horas del día (unos más que otros, claro... no te miro a ti, Tristán, que eres muy puñetero y te gusta trabajar más bien poco xD).

A ver cómo os lo digo... ¿Tenéis un libro que os alegre el alma al leerlo, al que no os importe volver las veces que haga falta, que os haga reír a carcajadas, emocionaros y estar en paz con el mundo mientras os sumergís en sus páginas? Porque eso es Todas las criaturas grandes y pequeñas para mí: un libro que desprende tanta vida, tanto amor por los animales y la naturaleza, por las cosas sencillas de la vida, por los detalles que se agazapan y que muchas veces pasamos por alto, por la gente buena hasta las trancas (que haberla, hayla), por ese momento en que aparcas el coche, te bajas de él y admiras la belleza del paisaje que te rodea... Este es de esos libros que hay que leerlos para comprender la magia que desprenden, porque podría tirarme párrafos y párrafos hablando de todo lo que en él se cuenta y sería como contaros nada porque la forma tan personal, cariñosa, irónica e inglesa que tiene Herriot de contarlo lo es todo. Absolutamente todo.

La estructura de la novela puede asemejarse a un salpicón de anécdotas que nos llevan a mil aspectos diferentes de la vida de James en Darrowby sin orden ni concierto, pero solo es mera apariencia, porque conforme avanzas te das cuenta de que todo está contado de manera correlativa y temporalmente lineal, solo que en vez de hacerlo usando una narración clásica, lo hace cogiendo casos y anécdotas aquí y allá que van encajando al milímetro sin que apenas te des cuenta en el puzle total.

¿Y en qué consiste en ese puzle? Pues en acompañar a James Herriot en el descubrimiento de lo que era en realidad la práctica de la veterinaria en un entorno rural muy sacrificado que poco tenía que ver con lo aprendido en la universidad. Pronto descubre que un veterinario rural no se hace rico en dinero pero sí en experiencias y que su vida es, sobre todo, muy variada: tan pronto está tomando champán en la casa más opulenta de la zona como tiene que salir pitando a las dos de la mañana a ayudar a parir a una cerda cuando todavía no le ha dado tiempo a quitarse el esmoquin alquilado; que cuando hace buen tiempo todo es maravilloso pero cuando le sacan constantemente a las cuatro de la madrugada en plena helada empieza a cuestionarse su vocación; que tiene que seguir trabajando aunque no le paguen porque los animales no tienen culpa de la tacañería de sus dueños ni pueden esperar porque unas horas marcan la diferencia entre la vida y la muerte; que tiene que ganarse el respeto y la confianza de los granjeros, porque todos (creen que) saben mucho más que los veterinarios y no se cortan a la hora de intentar demostrarlo... que la vida de un veterinario rural es, en definitiva, muy dura.

Y aun así sigue emocionándose cada vez que ayuda a nacer a unas crías y las observa correr a agarrarse a su madre; con paciencia consigue ganarse el respeto de la gente de los valles y comienza a ver su otra cara, su generosidad, hospitalidad y ausencia de dobleces; derrocha amor y respeto por los animales, a los que muchas veces consigue sacar adelante a pesar de estar sentenciados y otras veces poco puede hacer salvo aliviar su sufrimiento;... y poco a poco va dejando atrás al veterinario en prácticas para trabajar al mismo nivel que su jefe mientras no deja de repasar en su cabeza todo lo aprendido y se pasa media vida desnudo de cintura para arriba (haga calor o hiele, sean las doce del mediodía o las tres de la madrugada) con brazos metidos hasta el hombro en el interior de vacas, cerdos o lo que se tercie.

¿Dónde está el encanto principal de todo esto? En la propia personalidad de James Herriot, arrolladora y llena de vitalidad, entusiasmo, ternura y mucho sentido del humor de ese tan británico que a mí me chifla. Arriba os decía que me emociono y me río a carcajadas con este libro, y no os miento (y ya lo sabéis, os lo digo siempre, soy muy dura en lo que se refiere a reír con un libro). Cuando se pone a contarte sus aventuras en un coche destartalado sin frenos por carreteras imposibles, las peculiaridades de los granjeros y como intentan sacarle de sus casillas, su papel privilegiado y absurdo como "tío" de Tricky (un pequinés al que su dueña trata como a una persona), los innumerables líos en que se mete Tristán, la contradicción andante y condescendiente que es Siegfried o la batalla psicológica que se trae el propio Siegfried con la desesperada secretaria... tienes que reírte, no puedes evitarlo. Muchas veces, más de las que os podría enumerar. Soy incapaz de imaginar la existencia de un lector que no sonría abiertamente al menos una vez leyendo este libro. Si existe alguno que no me lo diga: me romperá el corazón.

Para mí es una lectura de cinco estrellas y lo será todas y cada una de las veces que la lea. No hay que ser veterinario ni tener intención de serlo para adorar este libro. Basta con amar la naturaleza, el mundo animal y las maravillas que se esconden en cada detalle de ambas cosas. Herriot ya se encarga de contártelo de tal manera que no quieras que se acaben las páginas y que des lo que sea por alquilar una habitación en esa casa de idealistas vocacionales y dinero abandonado tirado por el suelo. Ya sabía lo que me iba a encontrar, era la segunda vez que me sumergía en sus páginas, así que me he esmerado en saborearlo, racionarlo y avanzar poquito a poco. Son casi setecientas páginas de puro encanto, y si todavía no os habéis dado por enterados no pasa nada, lo resumo en tres palabras: tenéis que leerlo. Os lo pongo en negrita y subrayado por si acaso :)

Existe una serie que estuvo en antena doce años (entre 1978 y 1990) basada en los libros (hay unos cuantos más posteriores a este, aunque en castellano que yo sepa solo han traducido hasta el tercero) y una miniserie de 2011 que funciona a modo de precuela contando su estancia en la universidad, pero hace poco me enteré de que se avecina nueva adaptación de esta novela y me llevé la alegría del mes. Que viva James Herriot... algo muy bonito tuvo que hacer para que cincuenta años después sigamos hablando de él y de su historia como veterinario en Yorkshire.
Enlace: https://inquilinasnetherfiel..
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