Tardé mucho en llegar a este libro. Debí haberlo leído en la secundaria, pero busqué un resumen en un diccionario enciclopédico que había en la biblioteca de la escuela y zafé con eso. No me interesaba para nada eso de leer “El poema nacional”. No. Este año, al cumplirse ciento cincuenta años de la primera edición, en Twitter se armó un grupo de lectura y vi en él mi oportunidad para saldar esta deuda lectora. Y así lo hice. La lectura acompañada es muy beneficiosa, porque se accede a varios puntos de vista y a datos que, en solitario, tal vez no se tendrían disponibles. Y, me encantó. Leer esas palabras escritas hace tanto tiempo nos muestran que nada ha cambiado en estos ciento cincuenta años. Y nuestra “viveza criolla” se encuentra grabada casi que en nuestro ADN, y es esa marca la que nos hace repetir la historia una y otra vez. Si se cruzan con el Martín Fierro, péguenle una leída. No se van a arrepentir. |