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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
12 February 2018
Mirándola con los ojos que las primeras impresiones plasman y retienen en nuestro cerebro, podemos pensar: "Ángela solamente es la funcionaria que nos puede tramitar un expediente". Así es cómo se nos presenta y cómo nos la encontramos en la primera página: enclavada en el puesto ministerial correspondiente (fijo, inamovible, calentito y confortable), pero soñando con el más allá, esa realidad que existe al otro lado del cristal de su ventana.

Ángela es todo eso y más. No es solo una figura hierática, estable y estancada que no siente ni padece, sino todo lo contrario. Es mujer, esposa, madre, hija, compañera, jefa... y así hasta llegar a su esencia, esa que está libre de todo juicio y pensamiento: es Ángela, la persona.

En Crónica ministerial se nos invita a pasar al otro lado de la mesa de un funcionario, descubriendo así que de alguna manera estos no son seres uniformados, iguales y con un pensamiento único, residentes del Olimpo o habitantes a otro planeta. Pertenecen, como todos nosotros, a la especie de los humanos, y, como el resto de los mortales, sienten y padecen en mayor o menor medida, estando determinados y limitados sus sentimientos y sus sufrimientos por sus correspondientes egos, los cuales de alguna manera dirigen y encauzan sus acciones y decisiones de su día a día.

Todo ello lo descubriremos y reconoceremos a través de los ojos privilegiados de Ángela. Y cuando digo esto me refiero a que, gracias a esos ojos curiosos y observadores, seremos participes de todas las historias encerradas en las vidas de las personas que pululan por su universo particular, ya sea este el ministerial o el familiar. Ante nosotros se irán describiendo los distintos personajes, ya sean estos compañeros de mayor o menor nivel estatutario, de diferentes tallas, medidas, edades y sexo, a la vez que nos introducirá en su ambiente familiar, abriéndonos las puertas de su casa.

La familia es la otra cara indivisible e inseparable de su yo. En ellos se fraguan los pequeños dramas, los fuegos cotidianos que tiene que apagar nuestra protagonista. Esto tiene un lado positivo, pues a la vez que todos, en mayor o menor medida, la preocupan, causándole angustia y zozobra continuadas en el tiempo, también la retroalimentan al descolocarla y sacarla siempre de su zona de confort. En estas situaciones es cuando vemos a la mujer inteligente, la que sabe elegir el momento y el lugar para argumentar, dirigir y direccionarlos a todos sin perder con ello su humor y su gracia; es decir, la idiosincrasia intrínseca de su ser.

Esa gracia y comicidad es la que se desprende de la interpretación de sus distintas realidades. Ella sabe como nadie sacarnos en cada página una sonrisa... ver y hacernos mirar el lado amable de la vida. En la cotidianidad de las pequeñas cosas está su felicidad; todos, ya sea en el lado ministerial o en el familiar, le aportan los ingredientes necesarios para que, a pesar de los años, sepa fluir, avanzar y adaptarse donde otros se han quedado obsoletos, estancados o derivados a una especie de locura.

Con su narrativa sencilla y ágil, Teresa Hernández nos abstrae y reconduce en Crónica ministerial hacia las cosas cotidianas, haciéndonos mirarlas desde otro ángulo. Con su destreza narrativa aligera y alivia las particulares tragedias que inundan nuestras rutinarias vidas, reencontrándonos a través de su lectura con el humor, el pensamiento positivo y el amor, al tiempo que alegramos nuestra mente y enriquecemos nuestro cuerpo, todo ello digno de agradecimiento en estos días.

Por cierto, la ilustración de Kike Alapont es preciosa. Es mirarla y trasladarme al Santa Clara de Enid Blyton.
Enlace: https://inquilinasnetherfiel..
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