La inocencia también es culpable cuando no se opone al Mal. Fueron miles, millones de inocentes los que propiciaron el ascenso del nazismo en Alemania. Los relatos de 'Los inocentes', que bien pueden leerse como novela, ahondan en la dimensión metafísica de lo que podríamos llamar "personalidad de entreguerras": un Yo desligado de sus límites, banalmente espiritualizado, alejado del mundo y, por ende, indiferente a su acontecer. El siglo XX, parece advertirnos Broch, es un siglo cuyas tragedias han sido auspiciadas por los inocentes: aquellos que viven para sus asuntos y que incluso hacen el bien (o, más bien, no hacen el mal), pero que, precisamente por su alejamiento de la historia, son cómplices del ascenso del Mal. Lectura densa de original estructura, que funciona como organon literario en fondo y forma. Quizá demasiado especulativa en algunos pasajes, brillante técnicamente en otros, su lectura imprime imágenes y, sobre todo, un sentir desgarrado en la conciencia. Por no hablar del miedo a la Historia y a los inocentes que la hacen transcurrir. + Leer más |