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Crítica de Homolectus


Homolectus
30 September 2021
Alguna vez alguien me dijo que Dune era como Canción de Hielo y Fuego, pero en el espacio y por mucho tiempo este fue mi referente sobre la obra, pero luego de leerla tengo que decir: Amigo, ¿todo bien en casa?

Acá nos encontramos con Paul Atreides, hijo del Duque Leto Atreides y la dama Jessica a quienes la vida está por cambiarles pues por orden imperial han sido transferidos desde su planeta natal Caladan hasta Arrakis —también conocido como Dune— un planeta desértico, casi inhóspito, pero con una gran relevancia para el imperio: es el lugar de donde se extrae la especia, un bien muy codiciado por sus poderes para potenciar las habilidades mentales, hacer posible los viajes espaciales y generar una adicción casi esclavizante.

Con una trama sencilla, pero llena de un contexto grande y complejo, poco a poco queda claro que el único fin posible para los Atreides es su destrucción, bien sea a manos de este planeta inhóspito o bajo la espada de los Harkonnen, sus eternos enemigos.

No es fácil resumir una obra tan completa que conecta ecología y política e incorpora grandes dosis de filosofía y religión. Herbert soluciona esto de una forma sencilla, pero bastante oportuna: sitúa su historia en un futuro muy lejano en el que la humanidad ha conquistado el universo y la Tierra es casi un mito ya.


Ante todo Dune es una epopeya de traición, ecología y liberación mesiánica. Para la época en la que fue publicada —la década de los 60's— es rompedora en el canon de la ciencia ficción pues en la obra se prohíbe el uso de tecnología. Es cierto que hay viajes en naves espaciales, estas no usan ningún tipo de equipo de cómputo, que son remplazados con personas con habilidades mentales muy desarrolladas que hacen el trabajo de cualquier computadora.

Al dejar de lado las especulaciones tecnológicas, Herbert presta una especial atención a desarrollar su historia desde la perspectiva ecológica —quizás este es el punto de encuentro entre Herbert y Tolkien—, la religión —un crossover entre todas las religiones que conocemos actualmente—, la cultura —para lo cual se aprovecha en gran medida de la cultura árabe— y la humanidad —tema sobre el cual el autor delimita la línea entre lo natural y lo artificial—.

Todo este contexto y los temas que Herbert expone en su novela tienen mucho sentido si los vemos inmersos en la época en la que la novela fue escrita. Recordemos que en los 60's, incorporando ideas de la contracultura como el miedo al control mental por parte del estado, la alteración de la conciencia mediante alucinógenos o las búsquedas espirituales, llegaron libros como El hombre en el castillo (Philip K. Dick, 1962), ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (Philip K. Dick, 1968), 2001: Una odisea espacial (Arthur C. Clarke, 1968), Matadero 5 (Kurt Vonnegut, 1969) y Solaris (Stanislaw Lem, 1961), solo por mencionar algunos títulos.

Si bien desde el punto de vista narrativo Herbert nos ofrece una historia construida con diálogos, acciones y pensamientos de los personajes que presenta, el ritmo de lectura es bastante irregular, hay fragmentos que se dejan leer fácil y te llenan de descripciones poderosísimas, y otros que llevan a profundas reflexiones filosóficas intrincadas a veces de muchas formas y con referencias que escapan al lector promedio.

De la historia hay dos cuestiones que me entretuvieron bastante durante la lectura: Por un lado, el choque cultural entre los Atreides de Caladan y los fremen de Arrakis. A los primeros todo lo que sucede en Dune les resulta extraño pues sin duda alguna, Arrakis se nos presenta como un planeta poco probable para ser habitado. A los segundos, las historias de otro planeta en el cual el agua s abundante, tanto que forma cuerpos grandes y que cae del cielo les resulta imposible y ven las costumbres de los Atreides como un despilfarro de su bien más preciado. El segundo elemento que me mantuvo pegado del libro es el rico ecosistema que es Arrakis. Si bien es un desierto, y a primera vista parece un lugar seco, caliente y monótono; acá nos encontramos con un planeta en el que la vida se ha hecho un lugar a toda costa y que si se mira detalladamente tiene vida en cada recóndito sitio. Deténgansen por un momento a contemplar el rico ecosistema que está ante sus ojos, es simplemente espectacular.

Pronto nos vamos alejando de la vida palaciega ligada a unas castas envejecidas y nos vamos acercando más al corazón de Arrakis, de esta forma se profundiza en el hondo contexto teológico y de la cultura árabe que tiene la obra, la clave principal sobre la que está escrita. de esta forma descubrimos como la Especia es una metáfora del petróleo y los fremen de los habitantes de Arabia, la mención de un mesías y una jihad. Todo esto enmascarado en la ecología como columna vertebral de toda la saga.

Creo que es importante mencionar también la importancia que se le da dentro de la obra a los nombres y el significado de estos. Paul cambia de nombre cuando su vida y destino cambian. Con esto en la mesa, es inevitable no pensar en el concepto de magia que expone Ursula K. le Guin en su obra: toda ella fruto del verdadero nombre de los objetos y personas. En ambas obras, los nombres denotan poder, historia y son parte inherente del ser de cada personaje. En Dune, el cambio de nombre o el tener varios: uno público y otro secreto, permite mostrar facetas diferentes de cada uno de ellos, casi como si se tuviera sobre la mesa un alterego.

No sé si fue la finalidad de Herbert, pero me pareció tremenda la resignificación del agua que hace en su obra. ¿Alguna vez nos hemos detenido a pensar en cómo sería la vida con el agua escasa? O ¿Qué implicaría dentro de una sociedad que, entendiendo la vitalidad del líquido, pero que viviera en medio de la escasez de esta? Basta con mirar Arrakis y las sociedades que allí habitan para vislumbrar estos temas.

Es una lectura a la que hay que ponerle empeño, pues el hecho de mezclar diálogos con pensamientos y el desarrollo narrativo, todo el corpus de temáticas que toma Herbert y el contexto histórico que plantea la novela; hacen que por momentos sea difícil seguir el hilo, perder una que otra referencia o el lugar de los sucesos; pero que deleita por su simple existencia.

El final no fue de mi completo agrado, me resultó apresurado, lleno de clichés y en cierta parte bastante predecible. A lo largo de la novela, hubo momentos en los que se puso en duda el lugar de Paul en toda la historia, la tensión tuvo giros increíbles que llevaban las sospechas del lector hacia otros lugares; todos estos recursos desperdigados a lo largo de la novela siento que no fueron bien aprovechados para dar el final que —al menos yo— estaba esperando.

Dune tiene el lugar en la historia del género porque se lo merece, porque por sí sola hace honor para estar en el salón de la fama, ella no necesita vivir a la sombra de otras obras o ser comparada con otros títulos. La propuesta de Herbert es novedosa en muchos ámbitos para el género en el momento en el cual se desarrolla y es una muy buena hija de su época pues expone las cuestiones que aquejaban a los contemporáneos de esta. Este título muestra que Herbert tenía una idea gigante en su cabeza, que poco a poco desarrollaría en las demás entregas de la saga y que expandirían el universo de Arrakis. No por nada, a hoy la saga cuenta con 20 libros y sumando y un promedio de 12000 páginas. Sin duda, y por poder propio, todo un universo.

Nota al pie:
Hace un par de años, gracias a la publicación de Tolkien's Library (Oronzo Cilli, 2019) algunos Tolkiendili descubrimos que Tolkien tuvo entre sus posesiones una copia de Dune y no solo una copia, sino dos. Sin importar este detalle, en una carta de agradecimiento inédita fechada de 1965, le da las gracias a Sterling Lanier por haberle regalado el libro y espera tener tiempo para leerlo pronto.
Una segunda carta, esta del 12 de marzo de 1966, y dirigida a John Bush nos da otro dato no menor sobre la reacción de Tolkien a la obra, pues en esta de nuevo agradece que le hayan regalado el libro, así se lo hayan regalado el año anterior y comenta que: "Es imposible para un autor que aún está escribiendo ser justo con otro autor que aún está trabajando también. Por lo menos, ese es mi parecer. de hecho, me disgusta 'Dune' con cierta intensidad y, en ese desafortunado caso, es mejor y más justo hacia el otro autor que permanezca callado y rechace hacer más comentarios".
Gracias a este comentario sabemos que Dune no le gustó lo suficiente a Tolkien, pero no se consideraba el idóneo para decir algo más al respecto.
Conociendo un poco más de la obra de Tolkien, su motivación y vida; creo que lo que le chocó profundamente a él y lo que le impidió conectar de una mejor forma con el libro, fue el hecho del mesianismo en primer plano del libro. Tolkien, si bien era católico practicante, no gustaba de la alegoría en un primer plano pues le resultaba un poco burda y poco elaborada, no digno del público.
Esto es solo una hipótesis mía sin fundamento alguno más que haber leído el libro y esta nota del libro de Cilli, nada más. No implica que sea del equipo de Tolkien en este caso o que la obra no esté a su nivel, como ya lo dije más arriba. Así que, pueden seguir con sus vidas tranquilamente.
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