Una musa de fuego

Jetta tiene un poder que aterroriza a su madre, pero que les ha permitido sobrevivir y ganarse la reputación de mejor compañía de teatro de sombras del país. Las marionetas de Jetta no necesitan hilo ni guía -aunque eso los espectadores no lo saben-, ya que dentro albergan espíritus errantes que hacen todo lo que ella les pide a cambio de unas gotas de su sangre. A pesar de lo bien que les va el negocio, la situación es cada vez más precaria debido a los conflictos con los rebeldes; por esta razón, Jetta y su familia deciden viajar a la capital con la esperanza de encontrar solución a todos sus problemas, incluida la enfermedad de Jetta. Lamentablemente, su viaje no será tan pacífico como esperaban, pues se les unirá un joven contrabandista que también huye de sus propios demonios y que, poco a poco, empieza a calar hondo en el corazón de Jetta.

La premisa de la que parte esta novela me ha resultado de lo más original y fascinante. He leído más novelas que giran en torno a la necromancia, por supuesto, pero la forma en que la autora describe el poder de Jetta me ha recordado inevitablemente a los animes y mangas japoneses que tanto adoro. ¿Habéis oído hablar de Noragami? Pues en esa historia los personajes también son capaces de atar las almas errantes a determinados objetos y usarlos a voluntad. En la novela sólo llegamos a ver la punta del iceberg, más que nada porque ni la propia Jetta sabe de lo que es verdaderamente capaz al haber pasado toda su vida en la ignorancia, pero tengo mucha curiosidad por ver cómo se desarrollan los acontecimientos en la segunda parte. Ojalá la autora opte por profundizar en la relación que tiene Jetta con aquellas almas que recupera de entre los muertos. Uno de los puntos fuertes de la novela, en mi opinión, es lo trabajada que está la ambientación. No es que nos encontremos en un mundo lleno de paisajes impresionantes, pero en sí la novela tiene un aura particular que te atrapa de principio a fin. Las escenas en las que la familia de Jetta interpreta una obra con el teatro de sombras son bellísimas, al igual que aquellas en las que se puede palpar el amor que se profesa esta valiente familia con los gestos más cotidianos. de algún modo, todos los personajes y lugares que nos encontramos a lo largo de la novela se sienten reales y familiares; la narración tiene esa magia y cadencia de los cuentos que nos leen antes de irnos a dormir.

En cuanto a los personajes, debo decir que tengo sentimientos encontrados. Jetta me ha gustado bastante y es un personaje más complejo de lo que parece a simple vista. Es una chica que no duda en hacer lo que considera correcto, tal vez es demasiado complaciente al principio para mi gusto, pero os aseguro que sorprende en más de una ocasión. Jetta se ve forzada a utilizar sus poderes para defenderse, a pesar de todas las advertencias de su madre, y esto tendrá consecuencias que lo cambiarán todo. Ella siempre ha tenido un carácter volátil, además de que tiende a ser contradictoria debido a lo que ella llama su malheur. En la nota final de la autora, esta aclara que se ha basado en su propia experiencia siendo bipolar para crear a Jetta y eso me encanta. Es maravilloso que dé visibilidad a las enfermedades mentales, ya que hay un gran porcentaje de la sociedad que piensa que no existen. Leo es un personaje interesante también, pues aunque tiene encanto y labia, características típicas de un don Juan, a la hora de la verdad es cauteloso y no termina de lanzarse. Finge que no tiene sentimientos, pero en el fondo se preocupa más de lo que le gustaría por ciertas personas. Ambos actúan de manera infantil en algunos momentos críticos, aunque lo que más me molestó es que siempre discuten por el mismo motivo, y al final da la sensación de estar viviendo un déjà vu.

Como comentaba, el estilo de Heidi Heilig me ha parecido maravilloso; no esperaba que fuese tan hechizante y ha sido una grata sorpresa. El libro se lee sin dificultad y estoy segura de que a más de uno le encantará su peculiar formato. La autora incluye no sólo texto en prosa, sino también cartas, partituras o escenas narradas como si perteneciesen a una obra de teatro. Este toque multidisciplinar, podría decirse que incluso metaficcional, al hacer hincapié en las diversas formas en que se puede contar una misma historia, dota de frescura a la novela. No obstante, a mí estos fragmentos intercalados terminaron haciéndoseme repetitivos y esto, unido a la falta de escenas de acción, ralentizó mi lectura. Me gustó que el final fuese tan arriesgado y que los personajes tomasen decisiones tan viscerales. ¡Ya veremos qué nos depara la continuación!
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