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Crítica de lecturas


lecturas
19 May 2020
Un libro impresionante. Me ha gustado mucho conocer la historia de estas jóvenes que partieron de sus casas siendo unas niñas y que la dureza que tuvieron que sufrir las convirtieron en unas en adultas.
No se sabe a ciencia cierta, y quizá no se sepa nunca, el número exacto de personas transportadas a Auschwitz entre 1941 y 1944, ni quién murió allí, a pesar de que la mayoría de los investigadores aceptan la cifra de un millón. Pero Hearther Dune Macadam sí sabe exactamente cuántas mujeres de eslovaquia fueron a parar al primer convoy que llegó al campo el 26 de marzo de 1942. También sabe, gracias a la investigación meticolosa en archivos ye ntrevistas a supervivientes, que aquellas casi mil mujeres judías, algunas con apenas quince años, las recogieron de toda eslovaquia en primavera de 1942 y les dijeron que las enviaban a realizar un servicio laboral para el Gobierno en la Polonia recién ocupada y que no estarían fuera más que unos pocos mesos. Muy pocas regresaron.
La orden dirigida a judías solteras de entre dieciséis y treinta y cinco años para que se registraran y llevaran sus pertenencias a un punto de encuentro no resultó alarmante al principio, a pesar de que algunas familias clarividentes hicieron desesperados intentos por ocultar a sus hijas. de hecho, muchas chicas consideraron emocionante la idea de ir a trabajar al extranjero, sobre todo porque se les aseguró que volverían pronto a casa. Su inocencia hizo que la sorpresa de llegar a las puertas de Auschwitz fuera más brutal.
A principios de marzo, 999 alamanas llegaron de ravensbrück, que ya tenía 5000 prisionera y no daba cabida a nadie más. Habían sido seleccionadas como funcionarias adecuadas antes de salir para supervisar los trabajos de las jóvenes judías, que incluían derruir edificios, limpiar el terreno, cavar, transportar tierra y otros materiales, además de cultivar y cuidar del ganado. Así podrían relevar a los hombres que ya vivían en Auschwitz. las jóvenes eslovacas, que provenían de familias numerosas y cariñosas, acostumbradas a la mabilidad y a las comodidades de la vida, tuvieron que soportar que les gritaran, que las desnudaran, que les raparan el pelo. Tuvieron que soportar pases de revista a la intemperie, andar descalzas por el barro, pelear por la comida, soportar castigos arbitrarios y trabajar hasta la extenuación. Las mujeres supervivientes, tras adquirir cierta fortaleza física y mental, idearon estrategias para sobrevivir: se prestaban voluntarias para los trabajos más desagradables y hallaban seguridad cosiendo, en las tareas agrícolas o en las oficinas del campo. Se hicieron expertas en evitar los exámenes diarios para seleccionar a las más débiles. las más afortunadas encontraron ocupación en "Cánada", lugar donde se seleccionaba las pertenecias que los nazis arrebataban alos judíos recién llegados. Mantas, abrigos, gafas, vajillas, instrumental médico, máquinas de coser, zapatos, relojes de pulseras eran cargamentos que regresaban en trenes a Alemania.
Las familias no sabían a dónde habían ido a parar sus hijas. Las pocas postales que llegaban, llenas de referencias cípticas a parientes fallecidos, eran tan desconcertantes y a eces tan curiosas que muchos padres se convencian de que sus hijas estaban a salvo y cuidadas. Pero con el paso de los meses el miedo creció y todo emperoró cuando empezaron a llevarse a familias enteras. Uno de los momentos más duro del libro es cuando empiezan a llegar los miembros de la familia de las chicas a Auschwitz, que fueron recibidos por las aterradas supervivientes, conscientes del destino que les esperaba a sus padres y hermanos.
Las pocas supervivientes que volvieron a casa se encontraron que sus padres habían muertos, sus tiendas estaban selladas con tablones de madera y sus vecinos se habían quedado con sus casas y posesiones.


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