Coloqué mi cuchillo junto al colchón y me introduje bajo la manta sin molestarme siquiera en quitarme la ropa.
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Coloqué mi cuchillo junto al colchón y me introduje bajo la manta sin molestarme siquiera en quitarme la ropa.
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Él sabe cosas que yo ignoro por completo. Seguro que hay otros muchos como él. Yo no quiero arrebatarle el puesto ni a él ni a ningún otro.
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Las puertas de entrada a la casa se cerraban por la noche, y en las cancelas posteriores se montaba guardia; pero había una portezuela a la que no se ponía tranca alguna. Conducía a un estrecho patio situado entre la casa y el muro exterior; al fondo, estaban las letrinas, adonde me llevaban tres o cuatro veces al día.
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Los perros ladran en la distancia y los gallos anunciaban la llegada del nuevo día.
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El descubrira mi engaño y nunca más deseará verme.
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"Mi padre no volverá a mirarme a la cara", pensó. "Apartará sus ojos de mí, incluso me estará dando muerte."
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"Nunca antes había recordado aquel momento", pensó. "Y sin emitir sonido alguno murmuró, "¡Madre! ¡Madre!"
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Nunca he matado a un hombre desarmado y nunca he asesinado por placer.
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Cuando cruzamos el puente examiné la inscripción de Shigeru me había leído en su día: "El clan Otori da la bienvenida a los justos y los leales. Que los injustos y los desleales sean precavidos". "Los injustos y desleales". Como yo. Desleal a Shigeru, quien me había legado sus tierras; tan injusto como los miembros de la tribu, injusto y cruel.
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Al igual que el río siempre está a la puerta, así está siempre el mundo de puertas afuera. Y es en ese mundo donde estamos obligados a vivir.
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¿Quién mata al elfo Dobby?