Pequeña flor

Excelente nouvelle de Havilio. Pequeña Flor es un relato-nodo en el que confluyen desplazamientos del sentido que van desde lo obvio hasta lo imposible de expresar. La narración parece accesible o incluso convencional en la superficie, pero la misma narración empuja la lectura hacia una proliferación más profunda de una semántica insondable. La pequeña flor florece en pensamiento infinito, no es pequeña, ni es flor. El relato está saturado de sospechas, anticipaciones, empatías, rechazos, incertidumbres, desmentidas, emociones intensas, es decir, de pensamiento humano. Las fragilidades de una pareja joven con una hija pequeña, que también forma parte de ese universo de significados posibles que incluye a la pequeña flor, se muestran en la superficie del relato. Se trata de una pequeña familia estándar de la Argentina de principios del siglo XXI. El clima es de horror. El desempleo, la depresión, los repuntes anímicos, las falsas epifanías, todo resulta muy típico de la circunstancia. Sin embargo, tanto los episodios que relata Havilio, como la forma experimental que utiliza para narrarlos, muestran en primer plano las fisuras de lo que parece obvio, de lo que parece tener un sentido cerrado y simple. La genialidad de Havilio creo que viene en esta novela corta del trabajo sobre la subjetividad. Parece que la subjetividad es algo importante para la construcción de la experiencia. Parece que la subjetividad es fuertemente narrativa. Parece que es más inconsciente que consciente. Parece esto y mucho más, pero no se puede saber realmente qué es la subjetividad. No lo saben las ciencias del lenguaje, ni las neurociencias, ni las ciencias cognitivas. No lo saben las ciencias exactas, ni el psicoanálisis. Mucho menos lo sabe la filosofía. Sin embargo, una buena aproximación quizás sean los deslizamientos estéticos incontrolables del significado que conforman la narración. Ahí habita el talento de Havilio, en la poética de la narración. Pequeña flor es un libro que crece desde esa intuición sobre la subjetividad. Su método es musical, su clima es sexual. Pienso que la evasión de lo trivial es un mérito de esta nouvelle. El costumbrismo tan típico de la literatura argentina contemporánea podría haber arruinado a la pequeña flor. Otro acierto pienso que es el empleo de la pista falsa. El relato llega a explicitar el significado del título del libro, pero es sólo un farolito. Las referencias intertextuales, la nutrición culta del relato, los detalles concretos, son materiales muy bien modulados en la narración. Inclusive el narrador-protagonista se permite reflexionar sobre la infernal articulación de lo abstracto y lo concreto. Las concreciones parecen componentes decisivos, pero son sólo ornamentos transparentes de una arquitectura de gran alcance que podría utilizar otras referencias, otras alusiones, otros detalles para permitir la circulación de ese núcleo imposible de Pequeña Flor. Algunos de estos recursos también operan en La Serenidad, otra novela corta del mismo autor. Sin embargo, el epicentro estético de Pequeña Flor se oculta bastante en comparación con La Serenidad, donde directamente el estilo está codificado desde estas intuiciones melancólicas sobre la subjetividad y el lenguaje. Pequeña Flor es un poco más presentable en sociedad que La Serenidad. de cualquier manera, en ambos libros el núcleo es el mismo.

Iosi Havilio me seduce una vez más con esta Pequeña flor llena de huecos mágicos, nos cuenta tanto Iosi con lo que no nos cuenta, y nos cuenta tanto con lo que nos insinúa, que se podría hablar de Literatura icebergiana.

«Esta historia empieza cuando yo era otro. Como cada día desde que nos habíamos mudado al pueblo, ese lunes por la mañana me subí a la bicicleta y me puse a pedalear».

Tiene ritmo la prosa de Iosi, tiene también precisión, y chispa, y tiene una atmósfera que se te pega al pecho y ya no te suelta, desde el principio hasta el final puedes, más que leer, vivir la historia inmerso en su clima.

«Le pregunté si estaba bien. Bien muerta, dijo y se acostó en la cama sin desvestirse. Estiró el brazo para manotear el control remoto y encendió el televisor. Ni siquiera preguntó por Antonia, que dormía hacía rato en su cuna».

Consigue Iosi mantener el nivel, Opendoor, Estocolmo, Paraísos, todavía no he leído La serenidad, apuntada queda, consigue Iosi progresar con la naturalidad de los inspirados, consigue Iosi ―una vez más― hacer Literatura de la que no se olvida.

«Un temblor sacudió mi cuerpo. Seguía siendo una página maravillosa. No adelantaba la trama, tampoco nombraba los personajes, ni planteaba una intriga y sin embargo contenía la médula de la historia. ¡De todas las historias!».

Pequeña flor es un ejercicio de estilo y también un ejercicio de reflexión. Pequeña flor es un libro sutil, indagador, inquietante. Pequeña flor es el espejo que nos muestra lo que podemos llegar a ser.

«El azar va a ser siempre el azar. Laura salió del baño cinco minutos más tarde, los labios pintados, los ojos delineados, el pelo concienzudamente revuelto. Sin necesidad de palabras, ambos nos entregamos a la dramatización».

Iosi Havilio escarba en las debilidades humanas de esta sociedad nuestra de cada día, tanto en las pequeñas como en las grandes, todas cuentan, todas suman, todas nos rompen, ¿qué queda de la persona en un entorno tan hostil?

«Una Navidad, Laura compró un ajedrez flotante, nos pasamos todo un enero en la pileta con tragos a mano y anteojos oscuros haciendo olas cuando el partido no nos favorecía. Habían sido tiempos felices. La vida se encargó de disolver el interés y la práctica».

Una historia brusca, accidental, dramática.

Iosi Havilio es un escritor inconfundible.

Y Pequeña flor, un libro punzante.
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Lo comencé a leer y lo terminé en un día, si hubiera estado sola, lo hubiera leído de una sentada.
La estructura del libro así lo demanda, al no estar separado por capítulos, y estar todo el relato encadenado, te va llevando a leer una página más y otra, y otra.
Me quedé con un sabor amargo, con ese final, me tuvo todo el tiempo en ese delgado límite de la realidad y de la fantasía.