La canción de la llanura

Una taza de café humea ante mí sobre la mesa. Su aroma llena el lugar. A su lado, un libro cerrado.
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Es un sitio tranquilo, poco concurrido, no muy grande. Es el café de la señora Shattuck, que está detrás del mostrador sentada, pensativa, quién sabe qué se le estará pasando por la cabeza.
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Ya estuve en este pueblo hace un par de años, conociendo a Addie y Louis y su preciosa historia. Sí, estoy en Holt. Porque uno llega a este pueblo desde el momento mismo en que coge el libro entre sus manos, acaricia su cubierta y respira su olor.
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Bebo el café. Dirijo mi mirada al libro y lo abro. Quiero leerlo para encontrarme de nuevo con gente de este lugar. Y ahí están Ike y Bobby, viviendo la depresión de su madre y la complicada situación que atraviesa el matrimonio de sus padres. Es ese momento en que la inocencia, que lleva agarrada de tu mano toda tu vida, te va soltando hasta agarrarte solo con un dedo. Guthrie, su padre, lidia con los problemas personales y también con los profesionales como profesor de instituto.
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También está Victoria, adolescente embarazada rechazada por su madre y que busca ayuda en la profesora Maggie. Perdida, llena de incertidumbres y sin un lugar en el mundo, es acogida por los maravillosos e inolvidables hermanos McPheron, dos hombres mayores que viven solos en su granja.
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En esta novela pasa la vida de algunos de los habitantes de Holt, pueblo nacido de la mente de Haruf, quien sabía llegar al corazón de los lectores narrando y describiendo con sencillez, sin recargar, sin llenar párrafos por llenarlos. Aquí está lo esencial y por eso conmueve, porque las emociones que empapan el papel se van directas al interior del que lee, sin barreras, sin carreteras llenas de curvas. Una autopista directa al corazón.
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Por el rabillo del ojo veo pasar a dos niños en bicicleta, repartiendo periódicos, y pienso en lo maravillosos que son esta novela y sus protagonistas y que, aunque a veces araña, Holt acoge, acaricia y abraza. Y que quiero quedarme en este pueblo más tiempo. Sí. Voy a quedarme más.
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