Este libro se sitúa en el año 1938 con un Hitler cada vez más fuerte y unos aliados que hacen lo indecible para mantener la paz y salvaguardar el orgullo, aunque sea negociando con lo que no es suyo. Hitler quiere entrar en territorio checoslovaco y nadie se lo va a impedir. El quid es ¿lo hará pacíficamente o habrá guerra? Y esto es lo que se decide en la histórica reunión celebrada en Múnich entre el histriónico dirigente alemán, el presidente de la República Francesa Édouard Dadalier y el primer ministro británico Neville Chamberlain. Como buenos defensores del statu quo y de la superioridad de las grandes potencias, los representantes del gobierno legítimo de Checoslovaquia, cuyo futuro se decidía, no tuvieron cabida en esta reunión. Y esto, señoras y señores, fue real como la vida misma. Y para explicarnos este ambiente, el autor nos presenta a dos ficticios diplomáticos, Legat en la legación británica y Hartman, en la parte alemana, que son testigos de este histórico momento mientras intentan recuperar viejas amistades y evitar que Hitler siga al mando. La parte de intriga, la de Legat y Hartman, resulta un poco aburrida. No hay tensión, es un poco forzada. Pero es la excusa para describirnos esta reunión de todopoderosos, y dejar entrever una corriente de oposición a Hitler. El punto de vista del autor con respecto a Chamberlain es contradictorio a otros autores. Donde unos ven un político pusilánime que se rinde con facilidad ante Hitler y no ve lo que no quiere ver, el autor ve a un político que en aras de mantener la paz y preparar al país sacrifica lo que no tiene. El libro se queda en meramente interesante, sin destacar nada en especial, una forma sencilla de entrever este momento histórico. |