A lo largo de las horas que siguieron, Matthew me recuperó y sus dedos borraron hasta el último rastro de las otras criaturas con las que había estado en contacto desde que se marchó. En algún momento me dejó que le desvistiera y su cuerpo respondió al mío a una velocidad gratificante. Sin embargo, la doctora Sharp había sido tajante con respecto al peligro asociado a cualquier contracción de los músculos de mi útero. No debía permitirme liberar ninguna tensión sexual, pero el hecho de que yo no pudiera satisfacer las necesidades de mi cuerpo tampoco significaba que Matthew no pudiera hacerlo. Cuando estiré la mano para acariciarle, me detuvo y me besó profundamente.
«Juntos», dijo Matthew sin articular una sola palabra. «O juntos o nada».