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Crítica de MegRaven


MegRaven
07 May 2019
John Durbeyfield era un marchante de Marlott humilde, poco culto y adicto a la bebida. Hasta que un día descubre que él y su familia podrían ser los últimos descendientes de un linaje que en sus tiempos albergara honor y gloria... los d'Urberville.

Es por eso que decide enviar a su hija Tess a conocer a los últimos d'Urberville existentes, una anciana y su hijo Alec. El joven será quien la abra la puerta a la preciosa muchacha y la invite a conocer sus terrenos mientras ella le explica la situación y el impactante descubrimiento de su padre... ¡Es como si fueran primos! Pero los sentimientos que Tess despierta en Alec distan mucho de ser un cariño familiar o un inocente sentido protector. Alec la desea. Y su deseo es violento, desmedido... e incontrolable.

Tess regresa a casa completamente devastada, sin ningún compromiso formal que augure un lujoso y digno futuro a su familia, pero peor aún... regresa deshonrada. Teme las miradas de la gente, sus burlas y comentarios, así que se recluye con el apoyo de su madre y sus hermanos. La llevará un tiempo tratar de adaptarse y vivir una vida normal, dejando atrás la sombra de un recuerdo con el que va a tener que enfrentarse tarde o temprano. Está marcada. Ningún hombre podrá aceptarla cuando conozcan su pasado. Por eso, cuando conoce a Angel Clare en la lechería donde trabajan ella y sus nuevas amigas... todo su mundo empieza a desmoronarse. El joven es irresistiblemente atractivo y todas suspiran por él, pero al parecer, él ya ha puesto sus ojos en una única mujer. Tess.

La novela es una mezcla entre humanidad y mezquindad, con personajes detestables, honorables, y el habitual sufrimiento y desesperanza tan reconocibles en las novelas de Thomas Hardy. Tess sufre la presión de una sociedad del siglo XIX donde resulta más fácil juzgarla por su belleza que por los atroces actos que los hombres han realizado con ella, convirtiéndola en un juguete roto, sintiéndose culpable y miserable por su desgracia, indigna de ser amada o respetada por nadie. ¿Y cuál fue el pecado de Tess? Por lo visto, ser mujer.

Si no llega a indicarlo en la contraportada, no tendría ni idea de que ésta novela aparece citada en "50 sombras de Gray". Imagino que muchos lectores de aquella habrán corrido en busca de Tess ávidos de curiosidad, pero sinceramente, no existe punto de comparación entre ambas historias.

Tess pasará toda su vida atrapada entre dos hombres, el que la destrozó y aquel que la ama pero es incapaz de lidiar con su pasado. Alec d'Urberville la acusa de ser una tentación, provocarle instintos primarios que él no desea sentir y que le resultan incontrolables en su presencia, como si del mismísimo demonio se tratara. No, él no se siente culpable de lo que hace, la culpable debe ser ella. ¿Y Angel? ¿Cómo actuará en cuanto conozca el pasado de su amada Tess? ¿Permanecerá a su lado... o la juzgará, como han hecho todos los que la rodean?


El libro fue censurado en su momento, en parte por la poderosa crítica social que realiza. No fue el único: de hecho, la edición que reseño ha sido publicada junto con otros títulos que sufrieron la misma suerte: La Regenta, Madame Bovary, Delta de Venus, Naná y Anna Karenina.

La novela me ha gustado, aunque menos que otros títulos del autor. Se me hacía muy dura de leer, entiendo que es otra época y precisamente el autor pretendía ahondar en su crudeza, pero la inmensa crueldad y soledad que soporta Tess resultan asfixiantes. Ninguna mujer debería padecer tal sufrimiento y cargar con la culpa de actos que jamás fueron su responsabilidad.

No, Tess no fue ningún monstruo, ni una bruja, ni ningún tipo de superstición con la que intentar disfrazarla de ente perverso. Tess fue la víctima de una sociedad donde las mujeres eran poco más que complementos.
Enlace: http://elcuervodealasrotas.b..
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