Dos en una torre

Dos en una torre, en la fantástica traducción de Miguel Ángel Pérez Pérez.
Metida en la torre con Swithin he disfrutado mucho en la primera parte del libro. Se ve la pasión de Hardy por esta disciplina y me ha encantado cómo logra la introspección, cerrando la torre sobre Swithin y abriendo el cielo hasta el infinito como si levantara el telón y empezara el espectáculo estelar. La narración es una maravilla. Se puede sentir la noche en paz mientras bulle la mente del astrónomo. Sientes la emoción por la búsqueda ahí arriba y la excitación de cualquier gran propósito antes de que la vida se los lleve por delante. Todos hemos sido él en algún momento.

Esto hace del Swithin científico un personaje al que quieres seguir, dejar hacer y deseas que logre el conocimiento que busca. Es un gran personaje el Swithin astrónomo.

Y llega Lady Constantine. le coges cariñico, claro. Hermosa, abandonada, maltratada y tan comedida. Una especie de Madonna doliente.

En el momento en que se fija en Swithin se ve que la tragedia esta al caer. Me viene a la cabeza lo que decía mi abuelo: ‘ Ese no ha visto hoja verde' y el tango este de “Amores de estudiante flores de un día son”. Vamos, que pinta regular.

El libro crece y crece al avanzar, conforme los protagonistas empiezan a cambiar y se alejan de la torre. Los secundarios están muy bien dibujados y son muy necesarios. Por cierto, que no me extraña que el clero andara molesto con esta novela, los deja ligeramente de idiotas, muy clericales pero idiotas. El final es fabuloso.

Aquí viene lo que no me esperaba, creía que iba a sufrir más. Más o algo. Con Hardy esperaba sufrir, y sufrir de amor, vamos. Pero claro, todo lo que Swithin tiene de grande como amante del cielo lo tiene de flojo como amante de mujer (supongo que cuando una se enamora de Jude ya no hay Swithin que valga). Y Lady Constantine es tan contenida y triste que el amor me parece corto y el sufrimiento y el ardor van en consecuencia. Aunque ella, la verdad, sufre como una perra, con perdón. Pero yo como espectadora pensaba a veces…pues no son pardillos estos dos.

La novela es buenísima. Hay que leerla. Hardy es el amo del mundo rural, la maledicencia vecinal, las vidas perdidas y los pequeños detalles y aquí ha conseguido lo que exactamente creo que buscaba: mostrar el valor del universo y los grandes fines frente a la nimiedad de los quereres, y lo logra, vaya si lo logra, la pobre Viviette ha llegado a estorbarme mucho porque me tapa las estrellas. Y esto es lo que no me esperaba, un pedazo de novela de amor por el infinito de los grandes propósitos.