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Crítica de lavidademisilencio


lavidademisilencio
24 June 2021
Texas, 1921. Elsa tiene ya 25 años pero aún no se ha casado, para disgusto de sus padres. Una noche decide salir y pasárselo bien; es entonces cuando conoce a Rafe, un joven que le recuerda su valía y que la hace sentirse por primera vez deseada. Tras acostarse con él, descubre que se ha quedado embarazada. Es entonces cuando su vida dará un giro de 180º. Sus padres repudian una acción tan poco honrosa y la abandonan a su suerte; a Elsa solo le queda aparecer en la puerta de la granja de los padres de Rafe y pedir asilo. Juntos llegan a la conclusión de que lo mejor es que se casen y que ella empiece a trabajar con ellos en la granja.

Texas, 1934. Elsa lleva más de una década formando parte de la familia Martinelli. Es feliz cultivando la tierra, criando a los animales de la granja y cuidando de sus hijos Loreda y Anthony. Sin embargo, 4 son los años que está durando la sequía y los agricultores empiezan a perder la esperanza en seguir subsistiendo de las cosechas. Rafe, desanimado por la situación, contagia su descontento a Loreda, la hija mayor de ambos, que anhela tener una vida más sencilla alejada de los campos de trigo. Anthony, por el contrario, más pequeño e inocente, sigue adorando su vida campestre. Cuando a la sequía se le añaden unas tormentas terribles de polvo, la situación se vuelve insostenible.

¿Cómo será capaz Elsa de sacar adelante a su familia, cuando la tierra que tanto le ha dado parece darles la espalda? ¿Se quedará a luchar por el lugar en el que por fin ha echado raíces o, finalmente, desistirá de intentar sobrevivir a duras penas y se trasladará a California en busca de una vida mejor?

Los cuatro vientos es una novela de 536 páginas dividida en 3 partes: 1921, 1934 y 1936, los años que abarca la historia. A su vez, la historia está compuesta por 36 capítulos de longitud media, acompañados de un prólogo y un epílogo. A pesar de que suelo preferir los capítulos más cortos, en ningún momento se me ha hecho pesado de leer.

La obra está narrada en tercera persona y, aunque la mayoría del tiempo se relata la historia desde el punto de vista de Elsa, también hay capítulos en los que lo hacemos desde el de Loreda, favoreciendo así que empaticemos más con ella. La acción avanza de forma cronológica, comenzando por el año 1921, cuando Elsa y Rafe se conocen, y avanzando hasta 1936.

La ambientación es uno de los puntos fuertes de la historia. Además de que no había leído ni conocía gran cosa sobre la Gran Depresión, leer sobre cómo la gente vivía de la agricultura y cómo subsistían a partir de cuidar la tierra y los animales me ha parecido fantástico. Es más, gracias a la novela seguramente busque libros que traten la misma temática y estén ambientados en la misma época porque me ha generado mucha curiosidad e interés.

En cuanto al ritmo de la lectura, al principio parecía ir demasiado rápido, pero pronto me di cuenta que el quid de la historia se desarrollaba más adelante, y que el comienzo (la vida de Elsa antes de conocer a Rafe y trasladarse a la granja) era solo una breve introducción para conocer mejor a la protagonista. Según avanzaba la trama el ritmo se volvía más pausado y la autora se detenía más en los detalles, haciendo que pudiera disfrutar más de la lectura. Aunque llega un momento que el libro se vuelve un poco lento y repetitivo, en general la sensación que deja al terminarse es muy buena.

La pluma de la autora me ha resultado fresca y amena; sin embargo, esta sencillez a la hora de narrar no le resta dramatismo y emotividad a la historia que, en muchas ocasiones, me ha arrancado hasta alguna lágrima.

El mayor fuerte de la historia es, sin duda alguna, los personajes. Elsa es una de las mujeres más fuertes que he leído en los últimos años, su perseverancia, tenacidad y lucha por sus hijos es simplemente admirable. Loreda, a pesar de que empieza siendo insoportable, es la que más evoluciona a lo largo del libro. de hecho, al final, ha resultado ser mi personaje favorito. También me han gustado mucho Rose y Toni, que son la familia que Elsa siempre quiso tener.

En cuanto a la trama, la historia pone mucho hincapié en el respeto a la naturaleza. Desde el momento en el que Elsa pasa a formar parte de la granja de los Martinelli, descubre el poder que tienen la tierra y sus frutos. Es fascinante el amor que acaba profesando por los campos de trigo y los animales y cómo, hasta el último momento, lucha por sacarlos adelante, incluso cuando la sequía y las tormentas de arena amenazan con destruirlo todo.

Otro mensaje que se repite a lo largo de la historia es el de que la familia no solo lo es de sangre. Rose y Toni, los padres de Rafe, acaban aceptando a Elsa en su familia y la tratan como una más; de hecho, termina siendo como una hija para ellos. Familia es la que cuida de ti y te protege, no la que te ha dado la vida o te ha tocado al nacer. En esta línea, Los cuatro vientos también habla de la importancia de saber perdonar a nuestros padres. Sobre todo en la adolescencia, solemos achacar todos nuestros problemas a nuestros progenitores sin pararnos a pensar que puede —en algunos casos, no en todos— que lo estén haciendo lo mejor que pueden.

Tras leer Los cuatro vientos a uno le queda muy claro que no hay que rendirse jamás y hay que luchar por lo que quieres. Aunque suene banal y obviamente, las cosas no siempre saldrán bien, hay que seguir levantando la voz contra las injusticias y, aunque todo parezca ir en contra, continuar hacia adelante hasta que no se pueda más.

El final es, probablemente, lo que menos me ha gustado de la novela. Aunque ha sido, en parte, satisfactorio, se llega a él con mucha prisa y no da tiempo a asimilar nada de lo que ha pasado. La autora intenta solucionarlo con un epílogo, pero a mi parecer, no es suficiente para cerrar del todo la historia.
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