Jardín de invierno

Se trata de un libro lento, una historia que se va empapando poco a poco de detalles como si tuviera complejo de esponja, llenando al lector con la cotidianidad de la vida de sus personajes, de aquello que les llena y aquello que les vacía. Y sí, es un libro de personajes principalmente, aunque llega un momento en el que la historia adquiere un subtono distinto, añadiendo una cierta trama y un hilo del que tirar para conseguir la historia que Kristin Hannah realmente quiere contar con estas páginas, pero en general, el 80% de este libro son personajes y eso puede no ser del agrado de todo el mundo.

La primera mitad del libro es lenta. Dos hermanas muy distintas entre ellas intentando recabar información de la vida de su madre, una mujer fría y escueta, que nunca les ha dado amor ni cariño, que a veces actúa de maneras extrañas y las dos hijas consideran que deben protegerla a toda costa... aunque ni siquiera saben de qué ni cómo hacerlo de la manera correcta si nunca han estado unidas. Pero algo les une, un cuento, el cuento que a veces ella les contaba cuando eran pequeñas pero, esta vez, hasta el final.

Al principio los retazos del cuento son muy leves, apenas susurros y noches muy cortas, porque prima la vida externa de sus personajes, priman los pequeños detalles que están rotos y desmadejados, pero, en cierta manera, aún unen a la familia, aún hacen que mantengan el contacto y aún mantienen esas señales que indican que estarán las unas para las otras incluso aunque no terminen de entenderse. A partir de la segunda mitad el cuento va cobrando más fuerza, como también el vínculo que une a estas tres extrañas que son familia, dotando a la palabra con un poco más de realidad y fuerza a cada párrafo del cuento que va formándose.

No voy a entrar mucho más en detalles, pero debo decir que esta familia ha calado muy dentro de mí desde el principio. Cada una de ellas ha cometido errores en su vida, pero también intentan entenderse, entender cómo pueden enmendarlos y seguir hacia delante. Ni siquiera la primera mitad me ha resultado densa, me gustaba mecerme en acciones cotidianas y tranquilas, adentrarme más bajo la piel de las protagonistas, frustrarme por las decisiones que tomaban y también por su relación las unas con las otras. Después, cuando la segunda historia va cobrando más forma, el enganche es mucho mayor, hay acción, tensión y un corazón que solloza porque sabe que va a acabar roto. El del lector.

Esta historia es sufrimiento y dolor, pero un sufrimiento bonito, de esos de se asemejan a una manta y una taza caliente después de dar vueltas por una noche de invierno.