84, Charing Cross Road

Es la segunda vez que leo esta compilación de cartas, impelido por la recomendación de amigos y por el grupo que un forajido timorato (vuestro s.s.) formó en el seno de mi club de lectura favorito. Es su lectura una mínima labor, que es muy breve y entreverado de curiosas aseveraciones, hilarantes salidas de tono y detalles cariñosos en este intercambio de una escritora y su "dealer", a través del Atlántico, en el que vemos los estantes hechos con cajas de naranjas rebosando de bellos libros escogidos con mimo de profesional, la penuria del racionamiento de posguerra colmándose con los regalos de una judía pobre y gruñona, y cómo la Marks & Co. en pleno va gradualmente respondiendo y desvelándose ante nosotros.

No es una ficción: es una historia con muchos flecos la que se recoge en estas cartas, carentes de una elaboración posterior o intencionada a algo que no fuese el intercambio del momento. El estilo es epistolar, funcional, aunque ya nos gustaría a los presentes mostrar ese dominio sin esfuerzo; alguna de las corresponsales se disculpa por su impericia en la escritura (aunque no, no podemos reprochar su expresividad). Muchas de las historias, de las vidas que aparecen reflejadas se desvanecen, se pierden de vista como los pueblos tras las ventanas de un tren. ¿Es melancólico echar la vista atrás y sentir la pérdida? ¿Podemos soportarlo y, más crucial, no es acaso uno de los más bellos temas del arte narrativo?

No me hagáis caso, no os asustéis: cosas mías. Dejaos llevar, entre risas y sonrisas, por la afiladísima ironía de HH, sostenida por el sentido de la crítica y la justicia (poética), de qué es lo que vale, cuáles son "esas pequeñas cosas" que colman de serena dicha esta vidiña nuestra.