Había un millón de cosas, todas, que yo no sabía. Era estúpida, el término oficial para feliz (...)
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Había un millón de cosas, todas, que yo no sabía. Era estúpida, el término oficial para feliz (...)
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La única particularidad que tenía, lo único que me diferenciaba, es qué era la novia de Ed Slaterton, que me amaste durante unos 10 segundos, pero a quién le importa, que más de, porque ya no lo soy y que humillante para mi. Qué error fue pensar que era alguien distinto, como pensar que las áreas verdes te convierte en una vista hermosa, que el que te besen te transforma en alguien a quien apetece besar, que sentir calor te convierte en café, que el que te gusten las películas te convierte en director. Qué absolutamente erróneo pensar que es de otra forma, que una caja de basura es un tesoro, que un chico que sonríe sincero, qué un momento agradable es una vida mejor.
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Soy una lunática que deambula en busca de migajas, soy todos y cada uno de los miserables imbéciles a los que es desdeñado y pretendido no reconocer. Soy todos ellos, cada uno de los últimos detalles horribles en un mal disfraz de última hora.
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Hablo mal de todo el mundo y luego me enfurruño cuando no me llaman.
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Esa noche tuve la sensación de que, encendiendolos en el tejado, de algún modo, los cerillos lo quemarían todo, de que las chispas de las llamas incendiarian el mundo y a todas las personas con el corazón roto.
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Te ofrecí una aventura, justo frente a ti, pero no fuiste capaz de verlo hasta que yo te la mostré, y por eso rompimos.
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Te devuelvo la sonrisa y aquella noche, te lo devuelvo todo. Ojalá pudiera.
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Deseaba que todo se transformara en humo, que tú te volvieras humo.
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Manolito ...