A todos los chicos de los que me enamoré

En esta trilogía, seguimos la historia de Lara Jean, quien escribe cartas para despedirse de esos amores no correspondidos, pero su vida cambia cuando estas misivas llegan a sus destinatarios, pues la obligan a enfrentarse a sus propios sentimientos. Con este punto de partida, Jenny Han inicia una novela romántica juvenil muy adictiva y dulce, donde poco a poco Lara Jean debe adentrarse en el peliagudo mundo de los vaivenes emocionales y dejar de lado las palabras escritas que ha usado durante años para excusarse en no amar y dar el paso definitivo para hacerlo sin restricciones ni miedos.
Hay novelas que todo lector joven ha de leer en algún momento de su vida y 'A todos los chicos de los que me enamoré' es un gran ejemplo: es fresca, divertida, entrañable, con un toque naíf e incluso podría decir que pueril o virginal: todo lo que pasa lo hemos sentido en algún momento de nuestra pubertad, y por eso Han nos hace leer con una sonrisa de complicidad.
Creo que solo podría definir esta novela con el adjetivo de encantadora, y es que todo lo que he encontrado me ha hecho sonreír: Lara Jean es inocente pero vivaracha, busca siempre enamorarse de la propia vida pero sin herirse demasiado; Peter, en cambio, es el chico estereotipado de novela juvenil pero que cumple a la perfección con su cometido, que es el de enamorarnos a todes. Han nos ofrece un sinfín de variadas escenas de acercamientos, coqueteos y flirteos para hacernos leer con ilusión, así como diversos secundarios muy carismáticos que amenizan y rellenan la historia para que no nos falte de nada. Mención especial al hablar de cartas, unos elementos un tanto en desuso que ya no vemos con tanta asiduidad, pero que sin duda alguna le aportan un toque mágico a la historia: el poder de una palabra, de una frase que rebosa sensibilidad y quiere llegar a su receptor, traspasando el papel y las propias barreras de la comunicación, que exalta aún más el poder del amor joven y eterno. Por último, claro está, el romance de Lara Jean y Peter, que podemos definir como absolutamente tierno y sensible, empezando por la confianza en la pareja -y con un contrato de por medio- y acabando en esos besos que te hacen ver las estrellas.
Sin lugar a dudas, es una novela que he devorado y he disfrutado de principio a fin, y que aunque pueda encontrarme la misma base romántica en muchas otras novelas, la candidez de Lara Jean y su pasión por el amor la hacen destacar y ser única.
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