El trabajo de los ojos

Esta obra en prosa de Halfon es breve en extensión, pero profusa en cuanto a significado y su contenido. No resulta fácil categorizarla, pues parece que estamos ante una novela corta, parte de ensayo, anotaciones de la biografía de la autora y este punto es lo que la convierte en un texto interesante. El entretejido resultante nos habla de esos órganos tan particulares que nos hacen conocer y conformar nuestra forma de filtrar y comprender el mundo: los ojos.

No todos reciben de la misma manera los rayos lumínicos y eso hace que la construcción de las imágenes también varíe. Hasta en visiones normales hay diferencias entre lo que cada uno ve. En última instancia, la subjetividad y el punto de vista tienen un principio fisiológico antes que psíquico. La subjetividad pareciera ser objetiva

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Halfon nos narra su estrabismo desde niña hasta su casi total corrección en su edad adulta, sin someterse a ninguna operación y solo siguiendo las pautas de los especialistas que la atendieron en sus distintos momentos vitales. A modo general, a la par de la narración de su biografía enlaza con sus pensamientos e indagaciones sobre la materia de su enfermedad. Nos cita así a grandes genios que introdujeron mejoras en el campo de la oftalmología como Bartisch, Louis Braille o Plateau. Lo hace de modo ameno y natural, aportando datos de interés y de relevancia para su discurso. También hay espacio para escritores de la talla de Joyce o Borges.

En cierto modo, este libro tiene como una doble mirada, una para el interior, lo personal de la autora que incluye sus preocupaciones, sus pensamientos y sensaciones respecto a su vida y su estrabismo junto con la mirada al exterior en una búsqueda de aprender, investigar, arrojar cuestiones y abrir vías al lector sobre la relación entre la realidad y el mundo que construimos a través de nuestros ojos. Todo lo que elaboramos mentalmente pasa por el filtro de nuestros ojos y por tanto la producción, como por ejemplo, la escritura se ve influenciada por este rasgo que nos caracteriza. También su ausencia. La ceguera es explorada a lo largo de los 47 fragmentos de los que se compone la obra. Todo se convierte en un ejercicio reflexivo de una elaborada concepción y un bello discurso, realizado con inteligencia y elegancia.
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