Cosas vivas

Combatir el fuego con fuego o resolver una interrogación basándonos en más preguntas. Esta podría ser la síntesis de la primera novela de Munir Hachemi.

Una novela que parte de una declaración de verosimilitud, sin metáforas, sin ornamentación. La realidad puede ser intrascendente y aburrida; Hachemi insiste en que la literatura no debe serlo. Aunque quizá el reiterado esfuerzo del autor-narrador por convencernos de que lo que vamos a leer pasó tal cual, sin interpretaciones, pueda abrir intersticios donde la brillantez escape.

¿Puede contarse el viaje de verano de cuatro amigos al sur de Francia para trabajar en la vendimia combinado con algunas reflexiones sobre la literatura y el hacer del escritor? Sí. Y apenas en ciento cincuenta páginas.

Y no solo eso, sino que además hay una crítica a la manipulación genética de los alimentos que consumimos y a la cruel extorsión de los animales que ingerimos. Todo esto con generosas pinceladas de agudeza y una sutil capacidad de crear escenas que bien podrían dar lugar al argumento de un cortometraje.

Para el protagonista y su variopinto grupo de amigos, ese verano de trabajos mal pagados, latas de cerveza calientes y comida de marca blanca les cambió para siempre.

Desconozco completamente qué debe tener una primera novela para destacar o triunfar, pero sí que puedo decir que este texto aporta, independientemente de lo que signifique para cada uno esta palabra.

No obstante, para quien necesite la siembra de conceptos que fructifiquen en ideas o sensaciones, ahí van unos cuantos: elocuente, ágil, entretenida.
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