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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
12 September 2018
Esta reseña sale un poco a traición, porque le dije a su autora que no se enteraría de cuándo hubiese leído su novela, mucho menos de lo que me había parecido, hasta que una mañana se encontrase la reseña en Netherfield sin nocturnidad pero con mucha alevosía. Y he mantenido mi palabra. Pero hoy sí, hoy es el día. Vengo a reseñar Todos los veranos del mundo, de Mónica Gutiérrez, y creo que pocos autores (salvo Jane Austen, patrona del lugar, que tiene nada menos que nueve), pueden presumir de tener hasta cinco reseñas en esta santa casa. Sé que no es su escritora favorita para compartir podio, pero podría ser peor xD. de todos modos estoy en pleno proceso de darle un empujón a su querida Barbara Pym y pronto le hará grata compañía en el olimpo :)

Bueno, al grano, que yo aquí he venido a hablar de Helena. Y de Serralles. de las luces del jardín. de Eduardo Mendoza. de la Comarca librera. de vikingos. de chocolates acogedores a medianoche. de uvas, vino, moños que encorsetan y melenas al viento que liberan. de ojos grises y escritores encantadores rendidos al Romanticismo. de aprendices a cocinero y de aspirantes a ser felices. de vestidos de novia que nadie quiere lucir y flores que cambian de precio según quien las vaya a adquirir. de ausencias que duelen y tés con bollitos de canela a las cinco en compañía de ingleses excéntricos. de hermanos que se adoran y madres que también aman aunque no sepan demostrarlo. de floristerías con nombres en rohírrico que alegran el corazón de una rohirrim como la que escribe. ¡Y de Loki! ¡Team Loki! de ese mundo, en definitiva, que tan bien se le da crear a Mónica: mundos donde las cosas malas y feas son menos malas y feas si se busca la felicidad en los pequeños detalles, si se tiene un libro en la cabeza para cada situación, si se mira lo que se tiene alrededor con los ojos del alma en vez de los de la cabeza, si se hurga en el interior de uno mismo y se sabe comprender lo que ahí se esconde... y se actúa en consecuencia.

Porque ahí está la clave de todo, eso es lo que altera ese pequeño universo que somos cada individuo: en no tener miedo a los cambios, en ser capaces de dar ese paso hacia delante que nos libere de corsés que nadie más que nosotros nos hemos atado con fuerza y andar nuevos caminos con la ropa del alma más holgada y sin apretones. Y Mónica es la maga literaria que todo lo puede: sus protagonistas empiezan con una piedra enorme encadenada al tobillo que las mantiene aferradas a un mundo que no les deja ser ellas mismas, y poco a poco aprenden a mirar alrededor con unos ojos despiertos que hasta entonces habían sido miopes y que les muestran dónde se esconde la llave llave para abrir esas cadenas y dejarlas caer... y te lo cuenta de una manera tan tranquila, elegante, chispeante y reposada que te deja en ko técnico durante un buen rato después de cerrar el libro, con la sonrisa en la boca y la intención de mirar y recorrer el mundo del mismo modo, a ver si cae la breva y te pasan unas cuantas de las cosas que acabas de leer :)

Y es que Helena, la protagonista de Todos los veranos del mundo, vive en su castillo-madriguera, ese que se ha construido para que nada le haga daño y poder vivir una existencia lo más anodina y sin sobresaltos posible. Para ello, como príncipe de la fortaleza se ha buscado a un caballero más anodino todavía a juego con la situación, con el que se percibe desde el principio que está por estar, por comodidad, por costumbre y porque ponerse a buscar otro caballero andante implica una valentía y un cambio que no está dispuesta a asumir. Y se va a casar con él porque se lo ha pedido y es lo que toca, pero vamos, que ilusiones y fanfarrias, las mínimas. Y es que a ver, ¿en qué novela podría casarse Wendy con el juez Dredd, ser feliz y comer perdices? En una de terror, seguro. Y de las malas con final chungo. Se me ponen los pelillos como escarpias xD.

Así que aquí estamos, preparando sin muchas ganas una boda en Serralles, el pueblo donde Helena pasaba sus veranos infantiles y de la adolescencia junto a sus padres, sus hermanos... y Marc. Y este verano, el verano de su boda, duele por una ausencia enorme que pesa en el alma y la anega de añoranza, pero resplandece e ilusiona ante reencuentros que no se sabía cuánto se anhelaban hasta que se hacen realidad y trastornan mundos cuadriculados y esquemas inamovibles. Helena no sabe que, al poner en marcha el coche rumbo a Serralles, también se dirige hacia la mejor versión de ella misma, la que ha encerrado bajo llave y que clama por salir y tomar el mando.

No os voy a hablar de la parte romántica de la historia, nunca lo hago cuando reseño las novelas de Mónica, y por mucho que en esta novela tenga más espacio y más páginas, permanezco fiel a mi modus operandi (que además yo soy muy especialita y el que me ha hecho tilín es Xavier, el hermano de Helena xD). Y sé que esta novela está considerada la más romántica de la autora, la menos feelgood, y en cierto modo es verdad... pero yo leo los libros de esta autora a mi rollo, separando el romance presente en la historia de todo lo demás, porque lo que me fascina de sus libros son otras cosas. Y si despejamos un poco por aquí y por allá, entre las páginas de Todos los veranos del mundo siguen resplandeciendo todas las peculiaridades que a mí me pirran: las alusiones literarias tan específicas que tanto comparto, las excentricidades tan marca de la casa, los momentos de chocolate y las tazas de té, los buenos sentimientos, las librerías especiales con libreros singulares, los momentos del día a día que quedan en la memoria y los despertares a medianoche que se convierten en instantes mágicos en buena compañía.

Todos los veranos del mundo es una historia sencilla, de personas sencillas que buscan (y encuentran) su ventura en las pequeñas cosas y los gestos que a otros, los que no saben mirar, les pasan desarpercibidos. Sabes cómo va a acabar y es lo que menos importa: de lo que se trata es de andar el camino con los habitantes de la trama, ver cómo se hacen grandes conforme pasan las páginas, ver cómo van quitando piedras de la mochila que llevan a las espaldas y aprenden a caminar ligeras sin preocuparse por pisar sobre seguro en todo momento. Además, en esta ocasión la historia está narrada en primera persona, lo que nos acerca más todavía a lo que bulle en la cabeza de la protagonista.

Quien la haya leído antes ya lo sabe. Mónica transmite muy bien, escribe bonito, irradia bienestar y saber estar, y siempre consigue que adoptes a sus personajes, que los hagas tuyos, que te identifiques con ellos y les cojas de la mano en su andadura hacia la felicidad. A Mónica, básicamente, hay que leerla y conocer su literatura, la que lleva dentro, la que ya nos ha mostrado y la que está por venir. Y además hay que hacerle caso en aquellas cosas que son, como os diría yo... imprescindibles para una existencia digna: el té, siempre, ¡siempre!, se debe tomar sin azúcar y, a ser posible, con una nube de leche. ¡Insensatos del mundo que le echáis azúcar al té, aún estáis a tiempo de reconducir vuestras vidas y ver la luz! xD
Enlace: https://inquilinasnetherfiel..
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