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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
12 November 2020
Una buena amiga os hubiese hablado de este libro hace ya unos meses; por diversas circunstancias no pude hacerlo, así que una vez establecido el hecho de que soy mala amiga, me dije que ya que lo reseñaba tarde, al menos debía hacerlo en un día especial. Ese día es hoy. Así que sin haberle dicho siquiera a su autora que ya he leído su libro, hoy os hablo de Próxima estación, de mi querida Mónica Gutiérrez.

Los días de Sigrid Merlo trabajando para Moonlight Hoteles están contados. Va a incorporarse al trabajo que siempre ha soñado (un puesto de conservadora en el Museu d'Història), pero su jefa (y amiga) Ángela la convence para que, a modo de despedida, le acompañe a una convención anual de hoteles que en esta ocasión se celebra en el Venice Simplon-Orient-Express (el Orient Express de toda la vida). Allí se presenta Sigrid acompañada de Houdini, su conejo enano, y la cosa al principio no pinta nada mal: el tren por dentro quita el aliento, el agente de acompañamiento parece una enciclopedia con patas, hace buenas migas con un tipo de la competencia que se parece a Ed Sheeran, los menús que se sirven en el vagón restaurante están de chuparse los dedos... bueno, esto último en concreto deja de pintar tan estupendo cuando empieza a reconocer los platos y a quien, muy probablemente, está detrás de su preparación. Y no, que Sigrid no está para estas tonterías, que ella ya dejó todo eso atrás, que ahora se ha vuelto a reencontrar a sí misma y no quiere volver a perderse... Pero varios días encerrada en un tren sin ningún sitio donde poder esconderse no le pondrá las cosas demasiado fáciles para escapar de su destino, sea cual sea.

Nada más publicar el libro, lo primero que me dijo Mónica era que le había quedado una historia más romántica que feelgood, y sé que me hizo esa advertencia porque sabe que yo siempre leo sus novelas centrándome en todo menos en la trama romántica, que para mí siempre resulta totalmente secundaria. Y no estoy de acuerdo con ella, porque sí, hay romance de esos bonitos y naturales que ella sabe contar tan bien sin empalagar ni monopolizar la historia, pero también están todos los elementos que sobrevuelan como hadas danzarinas por sus viajes literarios (siempre están, aunque su presencia fluctúe al alza o a la baja dependiendo de la trama) y son precisamente esas hadas las que hacen de sus historias un rincón acogedor al que acudir cuando se quiere huir del mundanal ruido y viajar hacia donde sea, hacia donde ella quiera llevarnos, pero donde siempre se está mucho mejor. Y en Próxima estación ha ido a escoger nada menos que el Orient Expres. ¡Nada menos! Mi obsesión con el Orient Express es digna de estudio, no sabe ella lo especial que ha sido para mí recorrer este tren de arriba a abajo, ya fuese de la mano de Sigrid deambulando perdida por los vagones del tren como de esa enciclopedia andante que ha resultado ser Gilberto, Agente de Acompañamiento.

Admito que me vinieron aires de un libro con ambientación en el Orient Express al menos un año antes de su publicación, y llevaba desde entonces esperando que viese la luz (cosa que ocurrió con nocturnidad y alevosía, dicho sea de paso xD). Creo que cuando os hablé de Asesinato en el Orient Express hace unos años, ya os dije que uno de mis sueños de toda la vida era hacer un viaje en ese tren, y aunque de sobra sé que mi presupuesto daría para subirme en una estación y bajar en la siguiente (sin sentarme siquiera, probablemente...), y que el romanticismo y encanto de finales del XIX y principios del siglo XX es difícil de emular en este siglo XXI tan carente de hechizo en muchos aspectos, yo sigo erre que erre y me niego a claudicar y pensar que no lo conseguiré jamás. Por eso agradezco muchísimo la enorme documentación que se percibe detrás de la historia, las muchas anécdotas históricas reales que pueblan la narración, las anécdotas más banales (¡no te puedes duchar en el Orient Express!) y, sobre todo (que además imagino que habrá sido lo más complicado) el haber conseguido que nos adentremos en cada uno de esos vagones originales y restaurados, y que, mirando en derredor, hayamos contemplado la decoración, los materiales usados, los detalles y la impronta que dejaron maestros profesionales de la época cuando dieron vida única e individual a cada uno de los espacios del tren: los cortinajes, los butacones, los paneles de cristal... Tal y como se dice en algún momento, el Orient Express es un museo sobre raíles, y aunque podría hablar y fangirlear eternamente sobre este tema, os voy a ahorrar el sufrimiento y lo voy a dejar aquí... pero que conste que ambientar un libro en el Orient Express es lo más de lo más (¡lo replus!).

Por otro lado, creo que quienes ya habéis leído a Mónica sabéis qué podéis encontrar en Próxima estación, porque sus lectores acudimos a sus libros y su charming agarimoso como polillas a la luz cuando se avecinan tormentas, pero eso no quita para que nos sorprenda todas y cada una de las veces en el microcosmos que rodea a cada uno de los personajes principales. Sigrid es un personaje muy serendipiano (menuda ración de palabras inventadas estoy soltando, no me lo tengáis en cuenta): una mujer joven sobradamente preparada pero irremediablemente en busca de suelo firme y asideros a los que aferrarse después de capear vendavales emocionales, buena persona, mejor amiga, con un talento cuasiperfecto para encontrar la felicidad en los pequeños detalles, un ingenio innegable que le hace tener una respuesta en la punta de la lengua para casi cualquier comentario y un boquete en la muralla que tanto tiempo le ha costado construir por el que pueden pasar (y pasan) muchas cosas buenas que derrotan sus férreas defensas. Esta es Sigrid, y ese microcosmos del que hablaba (la vieja amistad con derecho a no callarse nada que tiene con su exjefa, la nueva amistad con ese Ed Sheeran a una guitarra pegado, la relación cómplice que establece con el incansable y omnipresente Agente de Acompañamiento, ese barman encantador llamado Walter y ese Guido pianista, melancólico y taciturno, que siempre está pero nunca dice una palabra...) orbita alrededor suyo para acompañarla y que entendamos el modo en que ella ve el mundo. Todos ellos se reflejan en Sigrid, y Sigrid se ve reflejada en ellos.

¿Qué más os puedo decir que no os haya dicho ya en otras ocasiones? Mónica brilla en el ambiente acogedor que crea para sus personajes femeninos, en el camino que les hace recorrer en busca de sí mismas y su felicidad (que muchas veces está donde ya no esperaban encontrarla), en el cariño que pone al plasmar sobre papel cosas que son muy suyas, en el amor por los libros que la definen a ella como lectora, en esos diálogos cargados de humor y fina ironía que siempre son uno de sus puntos fuertes porque consigue hacer fácil lo difícil, y en esa facilidad que tiene para encontrar siempre un rincón calentito en el que hacerse un ovillo en calcetines con una manta y un té en la mano... si aún encima se las apaña para regalarnos un Rochester caminando mojado bajo la lluvia de Venecia, ¿qué más podemos pedir? (que ahora no me venga nadie diciendo que Venecia huele mal y que si llueve se inunda... ¡un poco de respeto por Venecia, porfaplis!).

¿Sabéis que conforme escribo me vienen fogonazos de la historia que me encantaría leer escrita con el estilo, la luz, el sentido del humor y el estilazo en los diálogos de Mónica? Uy, no os la digo que me la quitan de las manos xD.
Enlace: http://inquilinasnetherfield..
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