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Como en una montaña rusa, así me he sentido leyendo La mitad de la casa. Y es que su autora, Menchu Gutiérrez, entreteje aquí una historia compleja que uno falsamente cree entender hasta que un juego de dobles lo invita a hacerse preguntas, muchas preguntas. La mitad de la casa es la historia de una mujer adulta y una casa, la DEL verano, en la que pasaba las vacaciones con la familia y a la que ahora ha vuelto para recordar o para olvidar: "Después de tantos días en la casa, revolviéndola de arriba abajo, casi dándole la vuelta, como a un vestido, a punto de terminar el verano, no sé si he venido a ella para guardar un secreto o para desvelarlo, para recordar o para olvidar, ¿es posible que ambas cosas puedan ser lo mismo?". Nos sumergimos así en el pasado de esta antigua casa, en sus espacios, sus secretos, sus escondrijos... Sin llegar a tener muy claro que son recuerdos, que son sueños, qué es real y que no lo es. Este poder conocer los secretos de la casa y de la gente que los habitaba fue un revulsivo cuando asustada por la carga poética y simbólica de la prosa de la autora, pensé que no iba a ser capaz de entender la historia. Pocas páginas después, sin embargo, llegaba el clímax en el que las muchas reflexiones sobre el tiempo y las preguntas sin respuesta sobre quién es quien conseguían engancharme, para volver a perderme ligeramente en un final algo reiterativo. "El tiempo aquí sugiere días diferentes, que son como planes que nunca llegan a realizarse, como proyectos de días que quedarán abortados a media mañana; pone en marcha minuteros que se agotan al llegar a los lindes del jardín y se desangran sin que en realidad hayan contado el principio o el final de algo que pudiera llamarse un acontecimiento." La mitad de la casa no es el tipo de lectura con la que me siento más cómoda, no tanto por la historia como por ese estilo delicado y poético de la autora, pero me alegra haber sabido disfrutar de esta y haber podido extraer tantas reflexiones como he hecho. + Leer más |