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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
17 December 2017
Qué difícil es escribir una reseña sobre un libro del que quieres resaltar absolutamente todo, pero que sabes que no debes ni puedes hacerlo. En esa tesitura me hallo, y me he puesto a escribir sin saber lo que va salir al final. Que sea lo que los Inklings, en su sabiduría, quieran.

Creo que nunca lo he dicho, pero antes de abrir Netherfield, jamás había leído un libro autopublicado. No por nada, simplemente es un mundo al que no me había acercado con anterioridad; en él me he llevado muy buenas sorpresas, y otras no tan buenas que han sido evidentes en mis reseñas. Creo que el segundo que leí, un par de meses después de comenzar la andadura bloguera, fue Cuéntame una noctalia, de una tal Serendipia que nos seguía casi desde el principio. al entrar en su blog vi que tenía varios libros autoeditados, y como los libros que reseñaba eran muy "yo", quise saber cómo escribía empezando por el primero, que yo soy mucho de leer en orden. A la vista quedó ya lo mucho, muchísimo, que conecté con el mundo literario de Mónica Gutiérrez, la cabecita pensante detrás de Serendipia. Después vinieron Un hotel en ninguna parte, también autopublicado, y la publicación tan merecida con la editorial Roca de El noviembre de Kate.

Es decir, que he leído y reseñado todas sus novelas, y me pasa con ellas lo que me pasa con muy pocos escritores contemporáneos: que sé que lo que escriba me va a gustar. Es de esas autoras que lees con confianza, sabiendo que vas a abrir las páginas y vas a disfrutar de lo que encierran, del mundo que crean, del modo en que lo cuentan y de la encantadora particularidad de sus personajes.

Conocimos La librería del señor Livingstone en un relato incluido dentro de la antología La librería a la vuelta de la esquina, y pedía a gritos una continuación a lo grande. La base estaba perfectamente asentada... era, en realidad, tan perfecta, que la autora incluso traslada a esta novela algunas frases o párrafos de la descripción que en su día hizo de esta particular librería. A partir de ahí, comenzamos con la nueva trama, que tiene muchas de las características que identifican la literatura de Mónica, ese particular microcosmos donde ella hace grandes sus historias: una mujer protagonista (Agnes Martí) un tanto perdida que intenta encontrar su lugar en el mundo, ese lugar que le sirva como refugio en la tormenta de su inseguridad y que le proporcione la tranquilidad y magia necesarias para comenzar a ver caminos que antes no veía (la librería); un personaje más mayor, inteligente, agudo, sabio, observador y protector que le dará la mano y le ayudará a sentirse protegida y a dar los pasos que necesita (sí, sí, usted, señor Livingstone, que de cascarrabias no tiene nada, es achuchable y tiene sonrisas que derriten los polos); un interés amoroso guapo, grandullón y de ojos intensos y parlanchines que derriba murallas invisibles y descifra el hechizo que esconde nuestra protagonista (Lockwood); un niño que tiene más sentido común que muchos adultos y que, no sé cómo lo hace, nunca jamás es repelente si no todo lo contrario (Oliver Twist); y una ristra de personajes secundarios que son para llevártelos todos a tu casa y hacerles litros y litros de té sin descanso para que no se vayan jamás.


Mónica coge todos estos elementos y en cada una de sus novelas los conjuga, los malea, los adapta, los perfecciona, pone por aquí, quita por allá... y al final te cuenta una historia con una personalidad totalmente propia e independiente en la que reconoces a la autora en cada una de sus páginas, y al mismo tiempo estás en territorio inexplorado. Todo esto lo consigue siempre gracias a la construcción que hace de los personajes y a la ambientación, a la cotidianidad de sus vidas y a cómo sabe hacerlas fascinantes, a unos diálogos que me han hecho soltar carcajadas en algunos momentos, a esos earl grey, bizcochos y pastas que todo lo solucionan, a la nieve, a la lluvia, a esos noviembres llenos de encanto que creo que pocas personas sabemos valorar como se merecen, a la Navidad, y además, en esta librería del señor Livingstone, a un homenaje... o a varios homenajes, en realidad.

En estas páginas hay tanto amor por tantas cosas que los homenajes son constantes: a Londres y a todos los tesoros que esconde; a la campiña inglesa, esa que no te cansas de mirar cuando la tienes delante, y a la singularidad de sus gentes; a la arqueología bien entendida, no la que puebla nuestras mentes rebosantes de Indiana Jones; a las librerías especiales, esas que nos aislan del mundanal y detestable ruido que es la vida más allá de sus puertas; a los libros, porque esta novela desborda pasión por la literatura que su autora adora... y sobre todo creo que es un homenaje al amor que la autora siente por todas y cada una de estas cosas. Quizás me equivoco, pero creo que Mónica ha escrito, aunque pueda no parecerlo, un libro muy personal. Leerlo es hacer un recorrido por su pasión por la esencia más british y por la literatura que le corre por las venas. Hay escenas, como la del Jubilee, que lo dicen todo; solo hay que sentarse a tomar un té en esas páginas para conocer cómo concibe la autora la literatura: la que lee y la que escribe.

Confieso que me he muerto del gusto con cada alusión literaria... me he propuesto sacar de la estantería en una relectura todos y cada uno de los libros que se nombran y hacerles una foto, porque rondarán el 75%. Y los que no, apuntados están ya. Me quedo con las ganas de destacar muchas de las alusiones en cuanto a novelas, citas, autores, nombres de personajes... pero esto ya me está quedando larguísimo. Tendréis que leerlo para descubrirlas :)

Mónica tiene algo que no todos los autores tienen: personalidad en su estilo narrativo, buen gusto y elegancia en la narración, mucho (muchísimo) talento para los diálogos y una capacidad sorprendente para hacer que el lector se vea inmerso casi sin pensarlo en los mundos que ella crea: terrenales y realistas al aferrarse a situaciones cotidianas, pero siempre con un pie en Nunca Jamás. Y además estoy segura de algo: que esos mundos son infinitos y puede escribir sobre lo que ella quiera y le apetezca porque lo hará bien, así que las expectativas sobre lo que vendrá son de frotarse las manos.

He intentado no destriparos nada y aun así hablaros de todo lo que contiene este libro. de ahí lo difícil que comentaba al principio. Os podría hablar de las similitudes que he encontrado en esta novela con mis estancias y paseos por Londres; de lo identificadísima que me he sentido en muchas cosas; de cómo Agnes, igual que ya me pasó con Kate, tiene pedazos de mí; de lo mucho que me reí al leer las reticencias de Agnes a sentarse en el Jubilee del Fortnum & Mason, porque yo sigo luchando contra esas miradas escrutadoras y no he conseguido sentarme todavía; de que yo siempre que voy a Londres, siempre, me alojo donde Agnes vive porque adoro aquella zona; de que me he visto transportada al Londres que adoro y que visito cada vez que puedo... pero me saldría de tema.

En definitiva, que leyendo me he sentido como en casa. Adoro los clásicos, los libros ilustrados, Londres, Inglaterra, la campiña, los cottages, las librerías, las series de televisión y las películas, los tés en tazas bonitas, los bizcochos con crema, Fortnum & Mason, el British Museum, la estación de St. Pancras, las ruinas medievales, los paseos bajo la nieve, la arqueología, Oxford, los remansos de paz en rincones y sillones rodeados de libros... y los libreros gruñones encantadores, las editoras idealistas, los escritores residentes, las buenas personas y las señoras mayores con pelo color violeta que leen todo lo que les pongan por delante y sueñan con pillar cacho con un highlander. Así que por todo esto perdono las malévolas frases dirigidas a Henry James (¡será posible!) y que se nombre siempre a Arwen de El señor de los anillos cuando la que mola, obviamente, es Éowyn (esta elección es el único defecto aparente del heredero de Isildur... jajaja).

En serio, que me ha encantado. Cuesta desprenderse de la magia y la sonrisa cuando cierras el libro. Ahí se queda, como un copo de nieve sobre la punta de la nariz que no llega a derretirse. Seguro que el señor Livingstone encontraría la cita apropiada de Shakespeare para cerrar la reseña, pero yo la cierro con una cita suya: Encontrará su camino, Agnes. Lo tiene bajo sus pies.
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