Goya Saturnalia

Otro de los regalos de mi pasado cumpleaños, este a petición mía, que aún tenía pendiente de leer. Estaba interesada en la obra porque había leído buenas críticas y, además, la editorial Cascaborra suele tener publicaciones que se salen de lo habitual.

Esta novela gráfica nos sitúa en 1819 en los Carabancheles, a las afueras de Madrid, concretamente en la llamada “La quinta del sordo”, donde vivía Francisco de Goya y Lucientes. El pintor fallecerá en 1828, por lo que nos encontramos en la recta final de su vida, en la que se encuentra acuciado por diversas enfermedades (además de su archiconocida sordera) que le obligan a vivir físicamente alejado de la corte y mentalmente aislado en un mundo oscuro y plagado de fantasmas. Es aquí donde pintará sus famosas Pinturas negras, como son Saturno o El Aquelarre, de tamaño mural y con claro trasfondo social y político, pero también impregnadas de los daños provocados por su enfermedad.

Goya se nos presenta en este cómic como un ser aislado a pesar de estar junto a su familia, que parece vivir dentro de sí y tan sólo consigue expresar lo que siente a través de su trabajo. La sordera acentúa la incomunicación y parece sentir que todo el mundo confabula contra él, pero, al mismo tiempo, se mantiene incólume en su concepción de España y los acontecimientos históricos que vive durante su vida. A través de la visión del pintor que elaboran los autores de la obra parecen querer transmitir que es precursor del arte contemporáneo e incluso del cómic (como menciona Álvaro Pons en el epílogo final).

La estructura de la historia es muy curiosa, se trata de una fuga dividida en cinco movimientos en los que algo parece repetirse para finalmente avanzar en el desarrollo de la trama principal, que no es otra que la propia reafirmación de su obra por parte de Goya. A nivel artístico la obra no podría ser mejor, parece incluso haber salido del propio pincel de Goya por los colores elegidos. Las viñetas presentan una estructura fija de que puede mostrar una sola imagen a página completa o seguir el sentido habitual de lectura entre viñetas, y la variación entre ambas opciones crea una dinámica especial. En definitiva, este cómic bien merece una lectura, sobre todo para los amantes de la pintura, pero también para cualquier amante del artefacto cómic, puesto que esta obra es una pasada.