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Crítica de montsemr77


montsemr77
16 August 2020
En la contraportada de esta novela se habla de que la autora, “famosa entre otras cosas por su reivindicación de los derechos de la mujer, quiso () dar voz a un personaje femenino profundamente libre y, a través de él, recrear el lenguaje de la pasión y la sexualidad femenina”, lo cual hizo que la obra se convirtiese en un escándalo en el momento de su publicación (en 1988, cuando ella ya había cumplido los 68 años); pero que, sin embargo, “hoy en día está considerada una de las grandes historias de amor de la narrativa francesa contemporánea”.

Ciertamente, al inicio de su lectura, una se pregunta si la relación que ha unido a los dos protagonistas durante toda su vida, ha sido realmente amor o si, por el contrario, se trataba de una relación basada únicamente en el deseo del uno por el otro. Deseo, expuesto de forma bastante explícita, pero también muy elegante. Dice la autora en su prólogo que “Lo cierto es que siento aprensión al sumarme a la caterva de escritores que han intentado atrapar en una hoja en blanco esos placeres conocidos como carnales pero que a veces hacen zozobrar el corazón. Y descubrir () que el lenguaje no ayuda a expresar el arrebato amoroso, ese placer extremo que hace retroceder los límites de la vida y engendra en nosotros cuerpos que no imaginábamos.[…] ¿Cómo nombrar según mi corazón esas excrecencias o esas increcencias mediante las que se expresa, se resuelve y resucita el deseo?” En la novela se aprecia esa búsqueda -y consigue encontrar- del lenguaje preciso y certero que permita expresar esa pasión sin caer en lo vulgar, en lo chabacano, en lo obvio.

En realidad, la manera de expresar esa pasión es como la propia relación que los unía: “A ella también le gusta esa latencia, esa espera que se prolonga más allá del horario comercial, comiendo, caminando, en la playa, al sol. En resumidas cuentas, es eso, el amor que no se acaba, el deseo que duda en desaparecer que mantiene entre él y ella ese ligero temblor del aire, esa pulsación de vida que confiere un valor infinito a todos los momentos que pasan juntos”.

Sin embargo, pese a la importancia del sexo en el argumento de la novela, lo que realmente impulsa la narración es la visión introspectiva de la protagonista, sobre esa relación y su propia vida, sobre los prejuicios y los condicionantes (el clasismo, la distancia, el tiempo, sus respectivas parejas, las preferencias intelectuales de cada uno de ellos,…). Las circunstancias.

Así, su corazón navega entre esas circunstancias que impiden que su relación pueda ir a más. No hay remordimiento, pero sí mucha nostalgia: “Tan dolorida por su recuerdo, le escribí una carta más cariñosa que de costumbre, de la que me arrepentí nada más echarla al buzón, porque sabía que estaba destinada, aún más que a él, a la edad que se avecinaba, a la rabia de vivir y a la rabia de ya no vivir un día, a las ocasiones perdidas, a las ganas de hacer el amor y luego quizá simplemente al placer de escribir “te quiero”.”

Creo que es una novela triste, de vidas que transcurren esperando el próximo encuentro, y en las que las circunstancias se anteponen a los sentimientos. Es cierto que hay circunstancias que no pueden modificarse, pero también obstáculos -sociales o personales- que nosotros mismos nos ponemos, y, sobre todo, que nos da miedo cambiar porque sabemos que, porque George sabía que, tal vez, si realmente estuvieran juntos, posiblemente aquello especial que compartían podría perderse.

Y sin embargo, es amor, y por eso el corazón naufraga.
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