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Crítica de Claudia


Claudia
03 December 2020
Cuando tuve la oportunidad de leer esta novela, lo primero que captó mi atención fue el hacho de que se tratase de una novela que va, en cierto modo, a la inversa.
Ya conocía casos de asociaciones que liberan a presos que injustamente han sido condenados (pues ellos no cometieron el crimen), pero nunca antes me había encontrado con una novela que tratase el tema.

¿Y por qué digo que va a la inversa? Pues porque normalmente, el thriller busca encontrar al culpable y encerrarle, mientras que en este caso nos encontramos con un abogado que trata de demostrar la inocencia del condenado y soltarle.

Hay que destacar la originalidad de la obra, pues si bien es cierto que hay varias novelas que nos muestran la perspectiva de un abogado, hasta ahora en mis manos no había caído una obra en la que lo importante no es buscar al verdadero culpable, sino ayudar a un personaje secundario a demostrar su inocencia. Porque sí: el personaje en torno al que gira esta obra no es el condenado, sino Cullen Post, abogado y sacerdote.

El personaje de Cullen Post resulta de lo más interesante, no solo por esa mezcla de abogado y clérigo, sino que hay una lucha interna y una evolución con respecto a lo que siente, sus valores y su trabajo.
Presente y pasado llevan a Post a cuestionarse su vida y a avanzar en el camino que él cree correcto.

Todas las imperfecciones y aristas que hay en el protagonista, me han llevado a creerme al personaje, a sentir que lo acompañaba en este viaje y a ver, una vez más, que la belleza no está en la perfección, sino en lo que nos hace diferentes.

Pero esta novela no solo trata el tema de los condenados injustamente, sino que es una obra que trata tantos temas tabú al mismo tiempo, que ya solo con ello para mí ha merecido la pena leerla.

Para empezar, esta novela se mete en la controversia de la defensa de un culpable. Trata de humanizar un poco a los abogados, pero también mostrar el lado oscuro y ambicioso de algunos de ellos. Pero no es el abogado el cruel y despiadado, sino que es la persona que escogió la profesión la que causa este problema. No es el Derecho, es la personalidad.

Los temas de la pena de muerte y la cadena perpetua, eternos debates en la actualidad. El trato a los presos y la corrupción tanto en el sistema legislativo (policías, jueces, fiscales y testigos comprados) como en la propia prisión, me han parecido igualmente interesantes.
Alguien podría pensar que esto resulta cansino, pero John Grisham logra que no resulte reiterativo y que forme parte de la historia.

La trama, las descripciones y las explicaciones de lo que está ocurriendo en todo momento en la obra, hacen que desde el principio el lector se sienta parte y disfrute de una novela que entretiene y engancha desde el principio.

Pese a todo lo que he explicado anteriormente, esta novela no deja de ser un thriller en el que, aunque en un principio el verdadero asesino no parezca importar, sí va a ser buscado en una carrera contrarreloj para evitar que alguien pague por el mal de otro. Tan solo hay secretos que no deben salir a la luz y personas que poseen los medios suficientes y la frialdad de lograr que otros sean condenados.

Sin duda he disfrutado de esta lectura y de un autor que ha logrado sorprenderme con esta arriesgada propuesta.
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