Cuando Rapunzel cumplió doce años, la hechicera la encerró en un alto torreón que estaba oculto en medio de un bosque y que no tenía puertas ni escaleras; solo una ventana en el piso más alto. Cada vez que la bruja quería entrar, gritaba desde abajo: —Rapunzel, Rapunzel, deja tu pelo caer. Entonces Rapunzel dejaba descender su pelo, fino y dorado, y la hechicera trepaba por él.