-Cariño-me interrumpió mi madre-, ¿qué te pasa?
-Que soy como... como una granada, mamá. Soy como una granada, y en algún momento explotaré, así que me gustaría que hubiera el menor número de víctimas posibles, ¿vale?
Mi padre ladeó un poco la cabeza, como un perro al que acaban de reñir.
-Soy una granada-repetí-. Lo único que quiero es mantenerme alejada de la gente, leer libros, pensar y estar con vosotros, porque a vosotros no puedo evitar haceros daño. Estáis demasiado involucrados. Así que dejadme hacerlo, por favor, ¿vale?, no estoy deprimida. No necesito salir más. Y no puedo ser una adolescente normal, porque soy una granada.