La profecía de la Atlántida

Segunda entrega de la trilogía de Thomas Greanias sobre la Atlántida. Cabe señalar que si el primer libro me pareció casi el guión para una película al estilo de Indiana Jones, el segundo pudiera ser perfectamente el argumento para una nueva entrega de la Búsqueda. de nuevo nos encontramos ante tanta acción que en ocasiones desconcierta y, en este caso, todo ello revestido de un acostumbrado patriotismo estadounidense ensalzando los logros y misterios de los padres fundadores. Quizás la conexión que se establece en la novela entre la Atlántida y EEUU está tan cogida con pinzas que cuesta seguir el argumento y en ocasiones hasta he llegado a olvidar cuál era el hilo conductor del libro.

De nuevo Conrad Yeats, “astroarqueólogo”, se ve envuelto en una serie de intrigas a partir de los símbolos celestes hallados en la tumba de su padre que parecen conducir a un secreto oculto por George Washington en la propia ciudad de Washington construida según un antiguo patrón de la Atlántida. al parecer este misterio puede tener que ver con el futuro de la humanidad y no solo el protagonista estará interesado en desentrañarlo (en su caso para salvar el mundo); sino que también la Alineación, una organización que utiliza el poder de la astrología en su beneficio, se sumará a una carrera no exenta de violencia. Una vez más Yeats contará con la ayuda de la hermana Serena Serghetti, lingüista y enviada por el propio Vaticano con un encargo muy concreto.

Si bien el primer libro no me llegó a convencer del todo, decidí darle una oportunidad a esta segunda entrega dando por hecho que la historia sería más congruente y quizás los personajes estuvieran más desarrollados. Sin embargo, me he encontrado con la decepción de hallarme ante una obra menos original que la primera y sin un argumento coherente (especialmente en relación con la historia anterior). El comienzo de la historia ya resulta rocambolesco, con el hallazgo de unos símbolos astrológicos en la supuesta tumba del padre de Yeats, a partir de entonces se precipitan los acontecimientos de una manera en que llevan a la confusión del lector que se ve abrumado entre tantos datos inconexos y sin un sólido hilo conductor (¿la Atlántida?). Cabe señalar que, una vez finalizado, no me queda del todo clara la necesidad de introducir también la amenaza de extensión de una pandemia mundial que únicamente llega a despistar del enigma de Washington. ¿Tal vez el autor fue consciente de que a la obra le faltaba algo más de sensación de peligro?

En conclusión, dudo que a corto plazo vaya a acometer la tarea de autoflagelarme con el tercer y último libro. Posiblemente en algún momento consideraré que es hora de saber cómo termina todo este disparate que utiliza a la Atlántida como excusa pero que luego se ciñe al determinismo astral, tiros y espionajes. No obstante, todos aquellos que consideren que la arqueología es tarea de cazatesoros, destructores de patrimonio y místicos varios, no deberían demorar la lectura de la trilogía que culmina con “El apocalipsis de la Atlántida” (título inmejorable para poner el broche a este despropósito que se convirtió en best seller).

Este libro es para esos momentos en los que te apetece leer algo por el simple placer de leer, sin mayor pretensión. Una historia sencilla, unos personajes sencillos, una trama rápida y una lectura ágil. No te va a aportar gran cosa salvo como he dicho pasar un buen rato de lectura.