Conocía a Almudena Grandes por sus columnas, pero hasta ahora no había leído una novela suya y la experiencia ha resultado ser intensa, como los monólogos de Álvaro, pero agridulce. Si bien me parece que Grandes hizo un trabajo admirable de documentación y que consiguió hilar muy bien todas las partes, dosificando la información y haciendo que nos mordiéramos las uñas mientras formulábamos locas teorías, también es verdad que creo que le sobran páginas. Muchas. Muchísimas. Demasiadas. La historia entre dos de los personajes, pese a ser importante para dar sentido a lo que nos presenta, me resultó super edulcorada. Las repeticiones son constantes. Llegué a plantearme si esas repeticiones eran necesarias para darle realismo e intensidad a la obsesión de Álvaro, pero creo que no porque desde el principio hay reiteraciones. Y también al final. Por eso, ha sido una lectura a ratos pesada y fastidiosa. Pero es que la historia, en realidad, es muy bonita y muy triste. Y es ficción, pero es una realidad. Almudena, al final, agradece a toda la gente que la ayudó a montar esto, sirviéndole como inspiración para personajes y hechos tan dolorosos, llenos de coraje, de amor, de fe y de miedo. «Eso había sido el miedo para ellos, un paisaje, una patria, una costumbre, una condición invariable que no se cuestiona, la misma vida.» + Leer más |