No tengas miedo de las ideas, Julio, porque los hombres sin ideas no son hombres del todo
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No tengas miedo de las ideas, Julio, porque los hombres sin ideas no son hombres del todo
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Luchaban por España, para seguir luchando, para poder volver a luchar en España, y los franceses lo sabían, los aliados lo sabían, todo el mundo lo sabía. Hoy por ti y mañana por mí, pensaban pero no. Pero no. Hoy fue por ellos y al día siguiente por Francisco Franco.
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Todos recordaban la leyenda de aquella bomba que no estalló al caer sobre las líneas republicanas en el frente de Guadalajara, y la emoción legendaria del artillero que la desmontó por curiosidad, para encontrar dentro un papel escrito en un español sólo aproximado pero más que legible, camaradas, las bombas que yo armo, no explotan. La guerra de España había sido la guerra de un anónimo obrero alemán, y esta guerra era también la suya.
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Mis madres, porque tenia dos, dormían en el piso de arriba, en la habitación principal, donde duermo yo desde que me casé. Pero, según ellas, no eran lesbianas, nunca lo han sido. Eran amigas, dormían juntas, discutían, se daban celos, se ponían los cuernos, tenían unas broncas monumentales en la cocina, pero no eran lesbianas.
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Ignacio sintió entonces, uno por uno, cada día de esos tres años largos como tres siglos, y fue consciente de su cuerpo como nunca antes lo había sido. Encaramado en el cielo del placer, de la alegría, recordó los colores del infierno, el dolor sordo y constante de su vida pasada, la humillación, el frío, el cansancio de los barracones, y creyó en Anita, como si su cuerpo tuviera el poder de enderezar el mundo, de devolverle todo lo que había perdido, de rescatarle de tanta derrota, tantas traiciones, o como si intuyera que la felicidad de aquel instante lo cambiaría todo, porque nada sería igual cuando él pudiera recordar aquella noche, aferrarse a su recuerdo para no caer en el abismo espeso del desaliento. Mientras tanto, se enamoró de ella como nunca había estado enamorado de nadie, como no volvería a enamorarse jamás
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Los humanos son seres que desean y la desesperación les arrebata su propia esencia, los deseca, los destripa, los arruina, los expulsa de sí mismos por el camino templado y engañoso que conduce al destino de las cosas, al cansancio de los vegetales polvorientos, de los minerales enterrados e inertes.
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Eso había sido el miedo para ellos, un paisaje, una patria, una costumbre, una condición invariable que no se cuestiona, la misma vida.
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que te querrá siempre y por eso nunca podrá perdonarse del todo, te tengo a ti, tuya y del socialismo, te tengo a ti, dondequiera que estés, abuela, mamá, quiero escarbar la tierra con los dientes, queridísimo hijo de mi corazón, quiero apartar la tierra parte a parte, perdóname si puedes, a dentelladas secas y calientes, las ideas son mucho más de lo que parecen, quiero minar la tierra hasta encontrarte, no hemos tenido suerte, hijo mío, y besarte la noble calavera, a lo mejor estoy equivocada, y desamordazarte, y lo hago por amor, y regresarte.
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había llegado el momento de trazar una raya en el suelo y saltarla con los pies juntos para empezar de nuevo, al otro lado. [...] Yo iba a ser un hombre digno, bueno, valiente, y a lo mejor me equivocaba, pero sentía que estaba haciendo lo que tenía que hacer, y lo hacía por amor
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Nos ha robado, pues bueno, qué le vamos a hacer, la culpa es del ladrón, que nos engañó a todos. Todos nos dejamos engañar a la vez, y no porque seamos tontos, sino porque las buenas personas son fáciles de engañar. Y eso es lo que hay, no hay más vueltas que darle.
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¿En qué ciudad nació Almudena Grandes?