No la culpa por ello -Negó con la cabeza-. Yo tampoco sabía eso hasta que comencé a estudiar. Me fascinaban los anuncios que aparecían en las revistas, sí, pero jamás había imaginado, por que entonces, que tras todos ellos se escondía un Emilio Alarcón que fuera capaz de llegar hasta mi interior, de leerme la menta, de conocer mis anhelos, mis deseos...
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