La luz difícil

Esta novela corta que se puede leer en una sola sentada me ha dejado cautivada.

David relata el día en que va a morir su hijo Jacobo, mientras intenta lograr en su pintura el efecto de la luz sobre el agua. Es tal la riqueza del lenguaje de Tomás González, que las imágenes cobran vida casi con textura.

Cuando terminé me fui directo a buscar quién es este escritor y me sorprendí con un titular que decía: “Tomás González, el secreto mejor guardado de la literatura colombiana”. Magnífica lectura!!!

David ha consagrado su vida al estudio de la luz, abandonó sus estudios de medicina para dedicarse por entero a su verdadera vocación: la pintura.

No fue tarea fácil y fueron duros los comienzos, es complicado profundizar en un estilo propio cuando a la vez se precisa vender y sacar un beneficio que garantice el bienestar familiar.

Con el paso de los años esa luz se vuelve esquiva y difícil, cuando su visión empeora y tiene que renunciar a pintar, es entonces cuando decide repasar su vida y escribir sus memorias con la inestimable ayuda de una gran lupa y de Angela, una asistenta contratada para ayudarle en las tareas cotidianas.

Repasa todos los momentos cruciales que han marcado su camino, prestando especial atención al episodio en que su hijo mayor decidió recurrir a la eutanasia después de haber sufrido un fatídico accidente con gravísimas consecuencias, entre ellas la pérdida de movilidad y unos dolores constantes insoportables.

Como si de un cuadro pintado a pinceladas se tratará, en el relato va alternando anécdotas de otros tiempos con la decisión tomada por su hijo, y su propio presente, el presente de un hombre de 78 años resignado y paciente que analiza los sucesos desde la perspectiva que da el paso del tiempo (19 años desde el dramático capítulo familiar).

Novela Interesante de Tomás González, humana e inteligente sin caer en la sensiblería al relatar variadas situaciones que componen un todo en la historia personal de nuestro protagonista.

La luz difícil, de Tomás González, reeditado este año por @sextopisoeditorial, pronto llamó mi atención al ver las buenas opiniones de los primeros lectores.

Suelo hacer una especie de sinopsis pero en este caso era tan parecida al inicio de la que propone la editorial que casi que la copio por aquí: "Son las siete de la mañana cuando a David lo despierta una punzada de angustia en el vientre: ha llegado el día en que está programada la muerte de su hijo Jacobo. Parapléjico tras un accidente de tráfico, el muchacho siente dolores tan fuertes que la vida se le ha vuelto insoportable".

En torno a este hecho que se nos plantea trascurre gran parte del libro, que se va alternando con la actualidad, en la que vemos a un David que rememora estos hechos y los anteriores hasta llegar a ese punto.

Una novela de sentimientos, de lo difícil que tiene que ser pasar por un hecho como el de perder a un hijo, el de verlo sufrir tantísimo hasta decidir dar ese paso.

A destacar principalmente su narración, alternando esos dos hilos principales que están perfectamente acompasados, al que solo puedo ponerle un pero: creo que se alargan un poco los últimos momentos, pero esto es algo personal porque, de hecho, imagino que es un recurso del autor hecho a propósito, pero que creo que conmigo hubiera acertado sin estirarlo tanto.

Pero me quedo con lo bueno, y es que es una novela que me ha gustado mucho, de la que he disfrutado con su lectura y que me animo a recomendar a casi todo el mundo.

«Mi obra ha ido tomando la forma de mi vida», declaró Tomas González simplemente toma de su vida aquello que le sirve para dar cuerpo a sus letras.
Siempre me han gustado los cuadros que han reflejado el mar, la belleza de la luz que desprenden.
El protagonista es un pintor, casado, con tres hijos y una historia de superación y duelo a cuestas. No encontrarás una historia de secuelas emocionales, de autocompasión, encontrarás una historia de vida cotidiana, un vida de colores plasmados por la luz, una historia de vivir “a pesar de…”, de ver la belleza del mundo en los detalles del día a día, aprendiendo a entrever vulnerabilidad entre sus líneas.
David, va pintando la vida , va reflejando su historia entremezclando sus tiempos, un presente en el que la vejez es poder agarrarse a la vida “como murciélagos al techo”, y un pasado en el que impera la luz de los seres queridos que se fueron.
Lo bueno se sobrepone a la desgracia.
Esa luz va traspasando su existencia con un objetivo que comparto, envejecer despacio y amar mucho.
La narrativa de Tomas es suave pero directa,algo poética en algunos párrafos. He leído otros libros sobre el duelo que supone la pérdida de un hijo en la que se refleja un transitar desde el dolor y la
pérdida, en la Luz difícil, su autor nos lleva de la mano por un camino de aceptación, amor, unión y respeto.
Una hombre que se apaga dejando el legado de una vida, inmensa, entre silencios y palabras, sentimientos tangibles, La luz en estado puro en contraposición,
la oscuridad, la sombra,
una muerte escogida, pactada , el transitar del tiempo, el transitar de la vida, dejar ir a quien desea partir, capturarando el brillo de esa existencia, de entresacar aquello que persiste, como “esos cangrejos herradura que llevan igual 450 millones de años”.
Son sólo 132 páginas que se leen con un nudo en la garganta , ya lo dijo Borges “Vivo entre formas luminosas y vagas que no son aún la penumbra”.


"¡Qué iba yo a presentir lo que venía! El infortunio es siempre como el viento: natural, imprevisible y fácil..."

"la vida es eterna, quieta y eterna, y el dolor, una ilusión".

"La verdad no existe, además, y el mundo es sólo música".

"Cruel es el lugar común de que la esperanza es lo último que se pierde”
"Que tu armazón, como en el caracol, sea tan fuerte que pueda permitir la ternura”

“¡Marabilloso!” Es la última palabra de esta historia y la primera que se viene a la mente al recordarla. Con un lenguaje ameno, cercano y una narrativa con una fluidez incontenible, el autor nos obsequia una maravillosa novela, cargada de reflexiones sobre el transcurrir del tiempo y de la vida.
El eje central de la historia es la decisión que Jacobo, el hijo de David ha tomado, iniciando la búsqueda de una muerte asistida que lo ayude a superar los insoportables dolores que lo atormentan después de haber quedado parapléjico tras un accidente de auto ocasionado por un conductor borracho.
Aunque al principio lo parece, la historia no se narra en el tiempo presente de aquella decisión, por el contrario, es narrada en el presente de David, que ya ha envejecido y recuerda este momento de su vida del cual ya han pasado casi veinte años, a medida que sentimos la lentitud con la que transcurrieron las horas de esa noche en la que en la distancia su hijo en compañía de su hermano se encontrarían con el doctor que lo ayudaría a morir, ese lento andar del reloj, contrasta con el paso acelerado de la vida misma, que ya solo esta presente en los recuerdos del narrador, en sus soledades, en la añoranza de su obra pictórica, en la ausencia de su esposa y en esa horrible enfermedad que lo aqueja, pero que no le impide soñar e imaginar.
Uno de los libros más bellos que he leído este año, con una visión sosegada de la vida y de la muerte, del transcurrir del tiempo, de la creación artística, cada palabra se convierte en una hermosa pincelada de aquel pintor que de manera recurrente se empeña en ampliar su inconcluso estudio de luz y de sombra.
La capacidad de observación de los detalles no solo enriquece la narrativa, sino que también afianza y afirma la profesión del narrador que logra crear una bella atmosfera de alegre melancolía.
Fue solo al terminar de leer la obra, que logre identificar la evocación persistente que me traía sus hermosas descripciones, me recordaban a Kioto de Kawabata.