El expreso del sol

Pero era entonces o nunca, y "nunca" habría significado para ella envejecer y morir con aquello tan triste atravesado en el espíritu.

Desde siempre había llorado muy fácil, e igual de fácil y rápido había olvidado siempre las penas y las lágrimas. Era una capacidad como de fantasía.

Había llorado como todo el mundo, pero su llanto no le dio alivio como a los demás y el dolor se le había quedado allí, atascado.

Permanecía quieto, pero estaba en muchas partes. Era invisible como los espíritus malignos y era tan maligno como ellos.

Y aún suponiendo que sea cierto y esté tan enamorado, ¿ella qué puede hacer? Uno no manda en su propio corazón, dice y sonríe. Lo piensa un poco. Claro que uno nunca sabe lo que vaya pasar con él.

Son despiadados, los niños, los seres humanos.

[...] pues poco me gusta eso de que los jóvenes se estén yendo para otros países, aunque entiendo que se sientan inseguros, pues este va demasiado mal y vivir aquí no es fácil. Pero que el país esté así, con toros los diablos sueltos, robando, matando campesinos, es más razón para que no se vayan, digo yo. ¿O vamos a dejarles el gobierno para siempre a los rateros, a los incompetentes y a los matones?

El vértigo pasó pronto. Ingrávida de repente, se posó como pluma de torcaza, como copo de algodón, como semilla de balso, como pompa de jabón sobre un lecho de barro sedoso y en su vida apareció esta playa, donde no hay ruido ni hay gente ni hay nada, ni siquiera ella.

No me gusta tenerle odio ni desprecio... No. No es eso. No. Lo que pasa es que yo tenía la esperanza...

Lo mejor es acabar con esta farsa de lo que es él y de lo que estamos haciendo en este mundo. No es llorar ni lamentarse lo que corresponde ahora, ya para qué, si nada puede remediarse. Lo mejor es que arda todo.