Flores para una niña muerta

Dicen aquellos que saben de literatura que hay libros que te enseñan, con otros aprendes, pero sólo unos pocos te tocan el alma, éstos son los que nunca olvidas. “Flores para una niña muerta” es uno de esos libros.

En la estructura entiendes que te encuentras ante una novela negra de un crimen y un asesino, pero no es así, aquí hay mucho más. Es su autora Mar Goizueta quien hace la lectura especial. Son sus manos las que logran brotar palabras repletas de musicalidad adentrándote en los misterios que construyó para ti. No sé en qué momento de todos los paseos que hizo por la naturaleza logró cruzar, igual sin saberlo, la línea que no conocemos… trayéndote los enigmas que allí habitan, ahora forma parte esa sabiduría de su ADN. Ese es el motivo por el cual su escritura es tan completa en detalles, logrando que el lector llegue a escuchar el sonido de un arroyo o el de las ramas de los árboles mecidas por el viento, oler la brisa, el perfume de las flores… Ella es capaz de mover toda la belleza creada en un bosque para ocultar el mal.

De un vistazo, el pueblo parece ser un lugar tranquilo, pero hay secretos siniestros escondidos en las sombras. Un cadáver ahorcado en una fábrica abandonada y unas cuantas flores que durante años han ocultado el cuerpo de una joven serán el catalizador de la historia. Un cuerpo ya descompuesto donde sólo quedan huesos, se puede hallar de muchas formas, de nuevo el don de una imaginación antinatural de esta autora logrará ponerse en marcha usando a Bruna y Lucia, dos hermanas especiales. En una de sus caminatas por el bosque, después de una tormenta verán dos mariposas, pero no mariposas ordinarias. Estos insectos tienen la leyenda de que si se posan en tu piel te robarán el alma. A través de ellas hallaron los huesos…. Fijaros bien lo que os estoy diciendo, el hallazgo se descubre usando unas mariposas, no me negaréis que no es extraordinario.

Comenzará una investigación por parte de la Guardia Civil, para cazar a la bestia, sin dejar de lado la belleza de fondo que todo lo embarga y la propia poesía que se siente viva en cada párrafo. Una novela negra que rompe esquemas. Lo más extraordinario es cuando mezcla nuestra autora su conocimiento ancestral en la propia narración. La sientes como si fuera otro personaje invisible y atenta a los sucesos.

Cosas extrañas comienzan a suceder una vez que los huesos salen a la luz. Un hombre alto y delgado que puede leer las mentes de las personas aparece en el lugar. También un Ser antiguo más antiguo que el propio tiempo... Bruna comienza a tener sueños o más bien pesadillas de ésas que veíamos en la serie Twin Peaks, que le van advirtiendo. A lo largo de la historia hay un gran juego de seres mitológicos y deidades que interactúan entre ellos con la humanidad como peones en sus interacciones. Hay una sensación de horror cósmico por lo que llegó y se desconoce su origen y sus motivos, también el misterio que viene del paganismo, drama, pero en medio de esto está el asesino, al cual conoceremos… Sí vais a saber de él. A veces llora por lo que hizo y otras celebra ese pecado de robarle la vida a una niña, recuerda el sabor de su carne en su boca, seguir sus pensamientos será una de las cosas más duras de leer.

Esta es una historia de un crimen y su resolución, es una historia acompañada de leyendas, también es una historia de más de una historia de amor, pero sobre todo es una narración de unos habitantes intentando proteger sus secretos y preservar su legado, mientras el fantasma de una niña busca justicia en este lugar de antigua magia sobrenatural, depositada allí desde el principio de los tiempos. Es un recordatorio de que hay otros mundos entre nosotros. Solo porque no podemos verlos, no significa que no existan. Nuestros antepasados sabían con todos sus cuentos de advertencia de la magia, pero las generaciones siguientes fuimos olvidando. Sin embargo, la naturaleza nunca olvida, y este libro es un buen recordatorio de que creemos tener el control, pero solo somos el capricho de los antiguos dioses y seres antiguos que nos permiten de vez en cuando conocer oscuros secretos.

Capítulos cortos, de apenas tres páginas y de nuevo te sientes maravillada del modo en que logró contar tanto en tan poco. Se acompañan de ilustraciones en blanco y negro de flores. Hermoso prólogo de Alberto Plumed y magnífico posfacio escrito por Daria Pietrzak. Cerrarán unos extras de los que ya nos tiene acostumbrados esta editorial engrandeciendo el libro.

Una novela que logra entrar en cada poro de tu piel. No entiendes como en un lugar tan especial llegó el mal, mientras tanto ella desea que respiremos esa belleza de bosques, arroyos, montañas, calmándonos mientras seguimos los pasos de una bestia humana. Y es que el mal siempre está ahí, donde están los hombres, da igual lo hermoso que sea el paisaje.

No leer a Mar Goizueta es simplemente no ser un lector, así de claro.