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Es muy difícil calificar con menos estrellas un cuento de Gógol, sobre todo cuando se nota que guarda coherencia entre uno y otro. También se vuelve complicado elegir uno, ya que las historias son igual de buenas y la calidad no cede ni un poco. En El retrato teoriza sobre la función del artista en la sociedad y en su deber para consigo mismo con una soltura que permite disfrutar el cuento (o novela breve, si se quiere) y no abandonarlo por ser pesado con las ideas. No quiero extenderme en la reseña porque es un texto corto y no tiene gracia comentar cosas que se originan en el medio del mismo. Para no contar mucho el argumento podría decir que el protagonista es un joven pintor llamado Andréi Petróvich Chartkov, quien a principio de la historia compra el retrato de un hombre con el último dinero que le queda en el bolsillo. Chartkov vive en una casita de San Petersburgo y tiene problemas para pagar el alquiler. Sin embargo, el cuadro (que le había dado la impresión de que emanaba vida por los ojos del viejo) es fundamental en el cambio de su suerte, a nivel económico y profesional. Es fantástico ver que en tan poco espacio se desarrollan varias temáticas sin perder el eje o aburrir. El retrato que compra Chartkov dará inicio a eventos sobrenaturales que a Gogol le permiten realizar un entramado de personajes y de pensamientos muy breves y efectivos (como los que se refieren al artista que pinta por dinero y al que lo hace por pasión). Siendo Gogol quien escribe, no pueden faltar las caracterizaciones burlonas de los personajes que gozan de cierta posición social o ejercen un trabajo (como el vigilante y el casero). Por lo general las “víctimas” de sus críticas para nada subrepticias son aquellos que tienen autoridad sobre el protagonista oprimido. Hay un giro inesperado en la mitad del cuento y la explicación de los sucesos no puede ser más original y rebuscada de lo que es. No defrauda en absoluto y demuestra, una vez más, la capacidad de Gogol para manejar los cuentos. Me encanta este autor porque nunca aplaca mi entusiasmo, sino que lo mantiene, dejando de lado el tropezón que me di con Taras Bulba. |
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