Sé que no todos somos iguales ni podemos serlo; pero creo que quien se siente obligado a alejarse de lo que se llama el pueblo para mantenerlo respetado, no tiene más valor que el cobarde que se esconde del enemigo, por miedo a que se le venza.
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Sé que no todos somos iguales ni podemos serlo; pero creo que quien se siente obligado a alejarse de lo que se llama el pueblo para mantenerlo respetado, no tiene más valor que el cobarde que se esconde del enemigo, por miedo a que se le venza.
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[...]; los seres humanos sentirían menos sus trastornos (Dios sabrá por qué lo hizo así) de no ocupar su imaginación con tanta frecuencia y con tal minuciosidad en recordar los males pasados, en vez de en hacer soportable lo presente.
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¡𝕃𝕠𝕤 𝕟𝕖𝕔𝕚𝕠𝕤, 𝕢𝕦𝕖 𝕟𝕠 𝕧𝕖𝕟 𝕢𝕦𝕖, 𝕖𝕟 𝕣𝕖𝕒𝕝𝕚𝕕𝕒𝕕, 𝕖𝕝 𝕡𝕦𝕖𝕤𝕥𝕠 𝕟𝕠 𝕖𝕤 𝕝𝕠 𝕢𝕦𝕖 𝕚𝕞𝕡𝕠𝕣𝕥𝕒, 𝕪 𝕢𝕦𝕖 𝕖𝕝 𝕢𝕦𝕖 𝕠𝕔𝕦𝕡𝕒 𝕖𝕝 𝕡𝕣𝕚𝕞𝕖𝕣𝕠 𝕣𝕒𝕣𝕒 𝕧𝕖𝕫 𝕕𝕖𝕤𝕖𝕞𝕡𝕖𝕟̃𝕒 𝕖𝕝 𝕡𝕒𝕡𝕖𝕝 𝕡𝕣𝕚𝕟𝕔𝕚𝕡𝕒𝕝! ¡ℂ𝕠𝕞𝕠 𝕖𝕤𝕖 𝕣𝕖𝕪 𝕘𝕠𝕓𝕖𝕣𝕟𝕒𝕕𝕠 𝕡𝕠𝕣 𝕤𝕦 𝕞𝕚𝕟𝕚𝕤𝕥𝕣𝕠, 𝕔𝕠𝕞𝕠 𝕖𝕤𝕖 𝕞𝕚𝕟𝕚𝕤𝕥𝕣𝕠 𝕘𝕠𝕓𝕖𝕣𝕟𝕒𝕕𝕠 𝕡𝕠𝕣 𝕤𝕦 𝕤𝕖𝕔𝕣𝕖𝕥𝕒𝕣𝕚𝕠! ¿𝕐 𝕢𝕦𝕚𝕖́𝕟 𝕖𝕤, 𝕡𝕦𝕖𝕤, 𝕖𝕝 𝕡𝕣𝕚𝕞𝕖𝕣𝕠? 𝔼𝕝 𝕢𝕦𝕖, 𝕔𝕣𝕖𝕠 𝕪𝕠, 𝕤𝕒𝕓𝕖 𝕕𝕠́𝕟𝕕𝕖 𝕥𝕚𝕖𝕟𝕖 𝕒 𝕥𝕠𝕕𝕠𝕤 𝕝𝕠𝕤 𝕕𝕖𝕞𝕒́𝕤 𝕪 𝕘𝕠𝕫𝕒 𝕕𝕖 𝕔𝕒𝕡𝕒𝕔𝕚𝕕𝕒𝕕 𝕠 𝕒𝕤𝕥𝕦𝕔𝕚𝕒 𝕡𝕒𝕣𝕒 𝕤𝕖𝕣𝕧𝕚𝕣𝕤𝕖 𝕕𝕖 𝕤𝕦𝕤 𝕡𝕣𝕠𝕡𝕚𝕒𝕤 𝕗𝕦𝕖𝕣𝕫𝕒𝕤 𝕪 𝕡𝕒𝕤𝕚𝕠𝕟𝕖𝕤 𝕒 𝕗𝕚𝕟 𝕕𝕖 𝕒𝕝𝕔𝕒𝕟𝕫𝕒𝕣 𝕤𝕦𝕤 𝕡𝕣𝕠𝕡𝕠́𝕤𝕚𝕥𝕠𝕤.
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¡Ay, este vacío! ¡Este horrible vacío que siento aquí en mi pecho! Muchas veces pienso que si por una vez, por una vez pudieras entrar en este corazón, todo este vacío se llenaría.
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¡Ah, perdóname, perdóname! ¡Ayer! Habría debido ser el último instante de mi vida. ¡Ah, ángel! Por primera vez, por primera vez sin duda alguna surgió el fulgor de una sensación deliciosa a través de lo más hondo de mí: ¡me quiere, me quiere! Todavía arde en mis labios el fuego sagrado que brotaba de los tuyos: en mi corazón hay una nueva delicia cálida. ¡Perdóname, perdóname!
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Tengo mucho, y mi sentimiento por ella lo absorbe todo; tengo mucho, y sin ella todo se me vuelve nada.
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¿Tendría, entonces, que ocurrir que lo que hace la felicidad del hombre se haga a su vez la fuente de su desdicha? Todo el cálido sentir de mi corazón en la viva Naturaleza, que me invadió con tanta delicia, convirtiéndome en un tormento insoportable, en un espíritu de sufrimiento que me persigue por todos los caminos. |
¿Debería suceder que aquello que hace la felicidad del hombre a la vez se convirtiera en la fuente de sus miserias?
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¿Lo llamas debilidad? Por favor, no te dejes seducir por la apariencia. A un pueblo, que suspira bajo el insoportable yugo de un tirano, ¿tienes derecho a llamarlo débil cuando finalmente se levanta caliente y rompe sus cadenas?
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Sí señor, no soy más que un viajero, un peregrino de este mundo. ¿Sois vosotros algo más?
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises