Mamá no me deja contarlo

Una lectura que no te dejará indiferente.

En este libro nos encontramos la historia de Reece, un niño de siete años que ha pasado la mayor parte de su vida viviendo con familias de acogida que han acabado por renunciar a dicho régimen y cambiando de colegios al ser expulsado de uno tras otro. Todo ello se debe a que el niño tiene una personalidad y un comportamiento realmente complicado: falta el respeto a todas las personas, muerde, golpea, grita, se mueve de forma totalmente descontrolada. Esta forma de actuar no es algo que Reece haya elegido, sino que es la que ha aprendido de su familia y la que lleva consigo su desarrollo mental y su trastorno de la conducta.

Uno de los asuntos más importantes que aborda la novela es la forma de actuar de la sociedad ante esta situación. En la mayoría de los casos, todos prefieren mirar hacia otro lado: las familias de acogida acaban rechazando, en los colegios los expulsan, etc. Nadie quiere detenerse a averiguar qué le está llevando a una persona a actuar cómo lo hace y a intervenir para ayudarla. Otros temas muy importantes están relacionados con la sexualidad (no detallaré nada para no avanzar información de la trama), y con el trabajo que desempeñan los trabajadores sociales y los docentes.

La novela se divide del siguiente modo: prólogo, veintiún capítulos y epílogo. Los capítulos son algo largos y está narrados en primera persona, pero se leen bastante rápido y, al menos a mí, han logrado engancharme. La forma de escribir de la autora es sencilla y está cargada de sensibilidad. Si hay algo que me gustó mucho de este libro, eso fue su portada (tanto el título como la fotografía). Creo que el título está perfectamente elegido y tiene mucha fuerza. Considero que tiene capacidad por sí solo para atraer a potenciales lectores.

En definitiva, esta novela llegó a mí por casualidad, pues nunca había visto ni su portada ni había leído algo al respecto. Os invito a que la leáis, pues tiene un mensaje muy poderoso y consigue dejarte pensando sobre diferentes aspectos durante un largo tiempo.

Comenzar diciendo que no es un thriller, no es una novela policial ni de terror aunque lo que se cuenta en ella sí produce escalofríos.

Es una historia real. La narradora es la propia escritora, por lo que la cuenta en primera persona. Cathy lleva años siendo madre de acogida, por su casa han pasado muchísimos niños y, desde su experiencia, nos va contando cómo funciona más o menos el sistema.

En esta ocasión, el protagonista va a ser Reece. Es un niño de siete años que ha tenido que acoger después de haber pasado por cuatro familias en las que "no ha encajado". Ella es su última oportunidad para lograr estabilidad emocional y familiar.

Reece pertenece a una familia totalmente desestructurada Su madre Tracy tiene seis hijos y todos están en régimen de acogida porque ha quedado demostrado que no está capacitada para educarlos. El ambiente que rodeaba a estos niños era demencial y se sospecha que han sido maltratados y posiblemente hayan sufrido abusos sexuales, excepto una de las niñas que, desde bebé, vive con una tía.

Cathy nos irá narrando la historia de Reece desde que llega a su familia (la autora tiene tres hijos propios). El pequeño muestra agresividad y conductas sexualizadas desde el primer momento, sin embargo nunca cuenta nada de su verdadera familia. Poco a poco iremos viendo cómo la conducta y el aprendizaje de Reece va cambiando, pero de una manera pausada porque es difícil desaprender lo aprendido y más para un niño que sufre cierto retraso en el aprendizaje.

Una lectura dura y necesaria para alzar la voz por las personas que más lo necesitan: los niños.

Su estilo es sencillo y claro. Se lee como si fuera una novela porque la autora ficciona la acción desde la primera página: personajes, diálogos, escenas, etc.

La terrible verdad es que a veces la sociedad e incluso el sistema hace oídos sordos a lo que se grita en silencio. Hay cadenas que vienen desde un primer eslabón que grita desesperada sin ser escuchada y esto va generando que se siga repitiendo una y otra vez lo aprendido. Mamá no me deja contarlo, a pesar de ser un libro muy crudo es a la vez esperanzador. Me dejó el corazón roto al presentar lo que se vive, pero a la vez me deja claro que si hay gente buena, el mundo, la infancia que está resquebrajada, puede tener algo de esperanza en un futuro luminoso.






Cathi Glass era una pluma desconocida para mi, es especialista en niños de acogida con problemas especiales y ha sacado varios libros en donde cuenta la realidad de un sistema que aún tiene que perfeccionarse, su pluma es ágil y a pesar de que retrata de forma clara las cosas, también deja la esperanza de algo bueno. ¡Feliz lectura!

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