-En efecto, la política y la moral son incompatibles - sentenció Della Casa. -Así pues, lo que queréis decirme es que quien quiera actuar en política forzosamente debe prescindir de la moral - dedujo Frigola. -La política está libre de toda servidumbre moral. El poder político es impuro, está corrompido, irremisiblemente contaminado, y, por tanto, nuestro deber es alejarnos de él. |