El sanador de caballos

Vivir una lectura a través de casi ochocientas páginas vuelve más complicada la búsqueda de la frase única que resuma todo lo que ha sido posible sentir en ellas. Cada vez me gustan más las novelas históricas, escritas con una sencillez que no resta esfuerzo a la difícil tarea de reconstruir hechos, lugares y personajes cada vez más alejados de la memoria.

El sanador de caballos es una aventura que, aunque está basada en las diferencias entre cristianos y musulmanes y en los conflictos políticos y religiosos que tuvieron lugar entre los años 1195 y 1212, con la batalla de las Navas de Tolosa como acto final, utiliza ese marco como telón de fondo para rendir un precioso homenaje a la profesión de albéitar, que hoy conocemos como veterinaria.

Como responsable de encarnar esa importante misión, el autor nos regala el personaje principal, Diego, un joven de origen humilde que durante toda la obra palpita carisma y bondad en sus pensamientos y, sobre todo, en sus actos. La novela nos presenta el recorrido vital de Diego desde que presencia un terrible hecho que sacudirá su adolescencia y que le llevará a recorrer incontables leguas con su fiel yegua Sabba y a conocer a una serie de personajes que nutrirán su crecimiento y se convertirán en la fuerza y el valor que necesita para enfrentarse a las diferentes circunstancias con las que se encontrará a lo largo de los diecisiete años en los que transcurre la obra.

Si hay algo que me ha gustado especialmente de esta novela es cómo prácticamente la totalidad de sus personajes destilan honestidad, confianza y esto se corrobora si atendemos a la forma de narrar de Gonzalo Giner: limpia, sin abstracciones, delicada.

Una historia de pérdidas pero también de ganancias, de esfuerzo, de perdón, del poder de la sangre, en esencia, de las escasas variaciones del odio y, por supuesto, de las múltiples formas del amor.

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