A fuerza de leer mucho a un autor, uno acaba inevitablemente acostumbrándose a su estilo, sus giros, sus métodos, sus manías… Eso puede resultar agradable. Es como si salimos a cenar y ya sabemos de antemano que probaremos los sabores familiares de nuestro restaurante favorito, un plato ya conocido, elaborado tal vez con nuevos ingredientes.
Es probable que algo de eso me haya sucedido a mí con
Alicia Giménez Bartlett. Me senté a leer
Serpientes en el paraíso (2002) dispuesto a disfrutar de una nueva entrega de la saga protagonizada por la pareja Delicado-Garzón. Como siempre, fue un placer, pero esta vez un poco menos que en otras ocasiones. Lo explico más adelante.
Recién llegados de sus respectivas vacaciones (las del subinspector, rebautizado como «el hombre más divertido de Barcelona», con muchas novedades y peculiares consecuencias), el tándem se encuentra con un nuevo caso que resolver: el asesinato de un joven y guapo abogado que aparece muerto flotando en la piscina de una lujosa urbanización.
La urbanización ‘El Paradís', que da nombre al título de la novela, es un pequeño universo a dos niveles. Por una parte, están los residentes de clase alta («jóvenes patricios», los llama la inspectora), ricos y triunfadores, mientras que por debajo se mueve un submundo invisible donde habitan niñeras, jardineros y vigilantes del complejo.
Como cabía esperar, ese mundo perfecto está lleno de secretos y cosas que no son lo que parecen. Los dos policías acabarán desenmarañando una trama que, al menos en este caso, no me ha parecido tan brillantemente conseguida como en otros títulos de la serie. A media novela yo ya adiviné quién era el asesino y más o menos cuáles eran sus motivos. No lo atribuyo a mi perspicacia, sino a lo que comentaba al principio del post.
Confieso que eso en parte me decepcionó un poco. A todos nos gusta que nos sorprendan. Pero para compensar, hay un entretenido relato salpimentado con los habituales «tomas y dacas» dialécticos entre Garzón y Petra, con la historia de fondo de la visita del Papa a Barcelona, un asunto que traerá de cabeza al comisario Coronas y a toda la policía de la ciudad condal.
Nuestra Petra Delicado vivirá también una pequeña crisis personal. Los matrimonios y familias perfectas (solo en apariencia) de ‘El Paradís' siembran serias dudas en ella. ¿Se ha equivocado en sus decisiones vitales?
Pero nuestra Petra Delicado volverá a tiempo a su habitual estado natural donde lo racional domina a lo emocional. El regreso a la fría eficacia y a esa ironía, con un puntito de amargura y mala leche, que suele gastar la inspectora. Todo a tiempo para resolver el caso.
Con todo, y pese a la pequeña objeción que he expuesto relativa a la previsibilidad de la trama, hay que reconocer que
Serpientes en el paraíso es una buena novela, una lectura muy entretenida con la que lo he pasado muy bien.
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