Lágrimas de oro

Ni el hambre, ni los años, ni el mismísimo Diablo que viniese podría con vos.

Nada que sea fácil nos engrandece"

Cada cual cargue con la suerte que ha elegido

Nunca la miseria duraba para siempre.

Todos cuántos habitan en estas tierras son ya vasallos del Emperador y como a tales se les han de aplicar las leyes.

El Inca había caído al suelo y se había golpeado, lo cual era tan insólito cómo decir que el Sol se había precipitado sobre la tierra porque alguien había conseguido doblegarlo.

Era urbanita. Nada le confortaba más que saberse entre miles de personas y caminar por donde la huella humana evidenciaba su existencia.

Le brillaban aquellos ojos vivos y oscuros que siempre le daban un aire de soldado terrible.

Cada cual cargue con la suerte que ha elegido.

Desde que tuvieron noticias de cómo había torturado a sus adversarios, los partidarios de Huáscar, y habían visto los cadáveres mutilados que estaban por todas partes, se había acrecentado la leyenda hasta el punto de que solo mencionar a Atahualpa ya provocaba espanto.