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Crítica de LAKY


LAKY
23 May 2020
Unos días antes de publicarse esta novela, la autora hizo una pregunta en facebook: ¿a qué creéis que se debe el título? Supongo que nadie acertó. No era fácil. 57 segundos es el tiempo que tarda en subir o bajar el ascensor que el padre de Nur está construyendo en la localidad donde viven. Y esto da pie a la autora para hablarnos de las relaciones padres-hijos, de política, de ambición desmedida, del correr para llegar ¿a dónde? Todo eso envuelto en poesía, la poesía que le gusta leer a Nur y que, según sus padres, no sirve para nada.

Nur es hija de unos políticos. La madre es diputada y está fuera casi toda la semana. Siempre tiene prisa, ha de hacer las cosas bien para seguir subiendo, para llegar “arriba”. Su padre también es político aunque de la localidad donde vive. Él no viaja pero también es un padre ausente. Ambos son muy ambiciosos y quieren subir y subir en su trabajo, se agobian porque no llegan. Pero Nur no entiende a dónde tienen que llegar. Por ello, a pesar de vivir bien, con todas sus necesidades vitales más que satisfechas, incluso con una nanny que le habla en inglés, la niña no es feliz. Tiene de todo salvo lo que más necesita: la atención de sus padres.

Al padre le surge la posibilidad de llevar a cabo un gran proyecto: la construcción de un gran ascensor que una la parte alta y baja de la ciudad. Es probable que le haga famoso. Una vez construido todo son preocupaciones: que si no lo coge suficiente gente, que si las estadísticas, que si tal, que si cual… Vamos, sigue en un sinvivir. Pero a Nur el ascensor le encanta; especialmente un viejillo que se pasa las horas muertas allí, sentado en el banco que el ascensor incorpora. Un hombre que no dice nada –Nur hasta llega a pensar que es mudo- pero que le transmite una gran sensación de calidez y bienestar. Pero, claro, no todo el mundo piensa igual y eso de tener ahí un hombre pobremente vestido día sí, día también, molesta a algunos de los habitantes de la ciudad…

Virginia Gil tiene un estilo característico, que se repite en todos sus libros. Creo que podría leer una historia firmada anónimamente y saber que es suya. Todos esos elementos se dan también en “57 segundos

Por ejemplo: la aparente sencillez de la historia. Es éste un libro que podría leerse perfectamente por un niño de nueve o diez años. El lenguaje usado es sencillo, el estilo directo, sin historias raras, el libro se lee bien y de forma fluida… Parece un cuento para niños. Y, sin embargo, no lo es. Porque es de esos libros que admiten más de una lectura, una superficial e infantil y otra más profunda y adulta. Y si lo lees de esta segunda forma ves que en él hay mucho de crítica. Crítica a esos padres que descuidan anímicamente a sus hijos, crítica a esos políticos que hablan mucho pero no dicen nada (el padre de Nur es un gran ejemplo, no sabe ni hablar con propiedad), crítica a quienes van corriendo a todas partes para llegar a ese sitio que ni ellos saben cuál es, crítica a ciertos sectores de la sociedad que miran por encima del hombro a quienes no son de su clase o condición, etc… Los niños no se darían cuenta de la mayoría de estas cosas (del abandono de Nur sí, pero poco más) pero los adultos nos damos cuenta de todo y el tema nos dará que pensar.

Como la mayoría de sus novelas, ésta se desarrolla en Fuenterrabía (Guipuzcoa). de hecho, yo conozco y he subido en ese ascensor que conecta la parte alta y la parte baja del pueblo. Es verdad que la autora no da datos de posición pero, si conocéis la zona y si habéis leído alguno de los libros anteriores, es probable que caigáis en qué lugar es.

Como en muchos otros de sus libros, la mayoría de los nombres tienen un significado. Todos son cortitos, de una o dos sílabas pero contundentes. Vuelve a salir la profesora Ona de “En la calle Mayor”, la “mejor” profesora del mundo (ona es buena en euskera). ¿Y Nur? Parece que es una palabra de origen árabe que significa luz y la verdad es que le pega a la protagonista del libro. Pero a mí me gusta más su significado en alemán “solamente”, que describe a la perfección cómo se siente la pobre niña, sola.

Otra de las características que comparte con los otros libros de la autora, es la importancia que se da a las palabras y al lenguaje como forma de comunicación y transmisión. En esta ocasión, se centra en la poesía, lugar en el que Nur se refugia y que sus padres niegan por no servir para nada. A lo largo de la novela se recoge algún extracto cortito de varios poemas y al final de la misma, en un apéndice, podemos leerlas enteras.

Conclusión final

He disfrutado mucho con estos “57 segundos”. Me han hecho plantearme cosas de mi relación con mis hijos y de la vida en general. Y, como siempre con los libros de Virginia, me ha dejado una sensación muy placentera. Es cierto que esta novela es más agridulce y menos feel-good que otras pero, como se suele decir, la cabra tira al monte y la autora no puede evitar acabarlo todo con una sonrisa.
Enlace: https://librosquehayqueleer-..
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